Pensamientos intrusivos: cuando la mente irrumpe sin permiso

Cuida tu salud mental

Cuando nos vienen pensamientos o imágenes de un malestar no resuelto. Aprende a identificarlos y a hacerles frente

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Eliminar pensamientos intrusivos
Eliminar pensamientos intrusivos / D.A.
Raúl Carrera Fernández
- Psicólogo en Antas. Edición: David Cuesta

28 de diciembre 2025 - 07:46

A casi todos nos ha ocurrido alguna vez: una imagen desagradable que aparece de golpe, una frase que no queremos pensar o una idea que se repite una y otra vez sin que sepamos muy bien por qué. Estos fenómenos forman parte de lo que en psicología conocemos como pensamientos intrusivos, una experiencia mental muy común entre todos nosotros.

Los pensamientos intrusivos se definen como imágenes, frases o palabras que aparecen de forma inesperada. No siempre causan malestar, sino que dependen en gran medida de la interpretación que uno haga de esos pensamientos. Un ejemplo sencillo para poderlo entender: si te digo “no pienses en un coche rojo” o “no pienses en un elefante rosa”, es inevitable que tu mente evoque justo esa imagen, aunque te haya pedido que no lo hagas. Si te fijas, en ninguno de los dos casos suele aparecer malestar. El pensamiento surge, pero no lo vivimos como una amenaza.

Y aquí está la clave: la interpretación de ese pensamiento es fundamental para entender por qué algunos pensamientos intrusivos pasan desapercibidos y otros se convierten en una fuente constante de angustia.

Una experiencia frecuente y cotidiana

Los pensamientos intrusivos son especialmente frecuentes cuando existen asuntos pendientes o situaciones inconclusas. Una tarea no finalizada, un informe por entregar, una discusión que quedó sin resolver o cualquier actividad que todavía no se ha cerrado mentalmente puede convertirse en un caldo de cultivo para que estos pensamientos aparezcan de forma recurrente. En estos casos, la mente nos recuerda aquello que sigue abierto, especialmente si genera cierto malestar emocional.

Desde esta perspectiva, los pensamientos intrusivos no son un fallo del cerebro, sino una muestra de cómo gestionamos las preocupaciones, la incertidumbre y los estados emocionales no resueltos. Y, en este caso, es porque lo estamos gestionando mal.

¿Afectan a todo el mundo?

Aunque cualquier persona puede experimentar pensamientos intrusivos, existen perfiles con mayor riesgo de padecerlos de forma intensa o persistente. Entre ellos se encuentran las personas con un estilo obsesivo o rumiativo, aquellas que han vivido alguna situación traumática, o quienes presentan miedos intensos, como las conocidas fobias de impulsión.

Estas fobias se caracterizan por el temor a realizar una acción no deseada, como el miedo a ahogar a un recién nacido o a saltar desde un balcón, aunque la persona no quiera ni tenga intención alguna de hacerlo.

También son más vulnerables quienes presentan rasgos neuróticos, que son aquellas personas con una mayor inestabilidad emocional y dificultad para regular las emociones.

Contenidos que inquietan

El contenido de los pensamientos intrusivos varía en función del malestar o la fobia que tenga la persona. Pueden ser violentos, sexuales, obsesivos o moralmente perturbadores. Por ejemplo, una persona con rasgos pedófilos tendrá pensamientos intrusivos relacionados con abusar de un menor, independientemente de que lo haya hecho antes o no. Del mismo modo, una persona con trastorno antisocial de la personalidad, cuyo perfil se caracteriza por vulnerar los derechos de los demás, puede tener pensamientos intrusivos relacionados con hacer daño a otra persona o cometer imprudencias, independientemente de si finalmente las va a llevar a cabo.

Este punto es muy importante: tener un pensamiento no implica llevarlo a la acción, aunque muchas personas sientan esa posibilidad y lo vivan con culpa o miedo.

Pensamientos intrusivos y estrés

Los pensamientos intrusivos se intensifican en épocas de estrés o ansiedad. En estas situaciones, resulta más difícil ejercer un control cognitivo sobre lo que pensamos o para dirigir voluntariamente el contenido de la mente. La ansiedad nos coloca en un estado de alerta constante, y como consecuencia, los pensamientos asociados al malestar se acentúan y aparecen con mayor frecuencia.

La mente, en modo “alarma”, prioriza aquello que percibe como amenaza, aunque esa amenaza sea solo una idea.

Personalidad y vulnerabilidad

Existen rasgos de personalidad que favorecen la aparición de pensamientos intrusivos. Los perfiles más neuróticos u obsesivos, especialmente estos últimos, tienden a experimentarlos con mayor intensidad. Suelen ser personas más rígidas, menos espontáneas, que se enganchan rápidamente a los pensamientos que les vienen y cuya autoestima depende en gran medida de factores externos.

Asimismo, quienes presentan baja autoestima, poca seguridad en sí mismos o numerosos miedos suelen experimentar pensamientos intrusivos en forma de autocrítica, juicios constantes y autoboicot de sus propias estrategias para afrontar aquello que les genera temor.

Relación con trastornos psicológicos

Los pensamientos intrusivos están especialmente presentes en determinados trastornos mentales. Entre ellos destacan el trastorno de estrés postraumático, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, las fobias, la ansiedad social, el trastorno depresivo y diversos trastornos de la personalidad.

¿Cuándo es momento de pedir ayuda?

La preocupación debería aparecer cuando los pensamientos intrusivos empiezan a afectar al día a día: a las relaciones de pareja, a los vínculos sociales, al desempeño profesional o laboral, o al bienestar general. Cuando estos pensamientos incrementan los síntomas de ansiedad o aumentan un malestar previo, resulta recomendable consultar con un psicólogo con formación y experiencia en este tipo de problemáticas.

Desde la experiencia clínica, muchos pacientes refieren que la medicación, por sí sola, no frena la aparición de pensamientos intrusivos, lo que refuerza la importancia del abordaje psicológico.

¿Se pueden prevenir?

Existen técnicas específicas para trabajar los pensamientos intrusivos, pero una de las más recomendadas es el mindfulness. Esta técnica no busca relajarse, sino prestar atención plena a la tarea que se está realizando —como preparar el desayuno, ducharse o redactar un informe— sin juzgar la forma en que se hace y dejando pasar de manera amable los pensamientos que aparezcan.

Finalmente, conviene recordar que no podemos evitar que aparezcan pensamientos rumiativos, pero sí podemos elegir cómo nos relacionamos con ellos. Luchar contra ellos suele tener el mismo efecto que repetirse “duérmete” cuando no se puede dormir y evitarlos funciona tanto como mirar hacia otro lado ante un problema. La clave está en afrontarlos de forma sana y, cuando sea necesario, con el acompañamiento de un profesional.

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