El parqué
El mercado se recupera
EN la Berja del siglo XVII, como en el resto de la Monarquía, se detecta la oposición entre el engolamiento de los roles sociales y la pobreza de las identidades personales, entre el parecer y la realidad humana, el ser, traspolable a acontecimientos relacionados con las fiestas en honor de la Virgen de Gádor, la Candelaria y San Tesifón, con el telón de fondo de los apuros del concejo para sufragar los gastos generados por los mismos. Igualmente encontramos dos mundos basculantes entre la representación y la realidad pura y dura, frecuentemente demasiado para los más desfavorecidos, algunos datos son esclarecedores al respecto: en el cabildo del 18 de marzo de 1606 se expone que "los pobres padecen grandísima necesidad de hambre". Especialmente duro fue el año 1617: "los vecinos pobres de esta villa padecen necesidad" (8 de febrero), "la gente comienza a tener mucha necesidad de pan" (30 mayo)," la villa está muy falta de trigo y no hay donde comprar ningún pan" (17 julio). El corolario de esta situación fue una espectacular subida del trigo, en 1617 alcanzó el precio de 37 reales la fanega, mientras que en 1619 se vendía a 14 y 18. Estamos en un mundo de transición entre el Renacimiento y el Barroco, donde todo está fluctuando y cambiando, pero no mejorando para el común de la población.
Las relaciones Iglesia-Estado, en sus distintas escalas hasta llegar a lo local, desde tiempo atrás venían siendo enrevesadas, tanto por la complejidad de las fuerzas en liza, cuanto que en ocasiones no supieron o no quisieron coincidir. En el siglo XVII se acentúa aún más la complejidad del juego.
Durante el primer tercio del siglo XVII en la villa de Berja lo religioso está muy presente, incluso de manera obsesiva, ya que pese a la secularización de las estructuras administrativas y del poder, el clero mantiene unas prácticas de influencia más allá de la simple preeminencia estamental en una sociedad inmovilista.
Repasando las actas del cabildo de la villa de Berja del primer cuarto del siglo XVII, aparecen dos hechos contradictorios, por una parte la impresión de que entre las autoridades seglares y eclesiásticas existía un afectuoso acuerdo, una amistosa emulación, y, por otra, lo opuesto. Juan Oliver, cura beneficiado de la parroquia virgitana, si bien trata con el concejo asuntos religiosos, no quedan atrás sus intervenciones en el plano temporal, apareciendo coyunturalmente tensiones y conflictos entre beneficiado y concejo, en lo que podemos denominar el beneficiado Juan Oliver frente al concejo, el concejo frente al beneficiado Juan Oliver.
En el cabildo del 10 de enero de 1619 se expone que el licenciado Juan Oliver, cura beneficiado de la villa, mantiene una actitud desafiante y "para remedio de esto conviene que todo el concejo de esta villa vaya junto a la ciudad de Granada ante el señor arzobispo a pedir justicia y remedio y en beneficio de esta villa. El 10 de mayo se acuerda proseguir el pleito contra el beneficiado Juan Oliver ante el arzobispo de Granada y su provisor. Los conflictos de competencia favorecían la confusión, tropezando con grandes limitaciones ante la inmunidad eclesiástica.
Precisamente en una coyuntura, y son demasiadas, muy difícil de soportar para la mayoría de los virgitanos aparece un significativo hecho relacionado con las fiestas de la Virgen de Gádor y el beneficiado Juan Oliver, en el cabildo del 27 de diciembre de 1622:
"Dijeron que por cuanto este concejo ha pagado a Andrés Jiménez, vecino de Granada privado de la vista, cierta cantidad de maravedís por unas libreas que de él alquiló el concejo. Y, por parte de él, se ganó y sacó carta de excomunión, para que se leyese en la iglesia de esta villa, por haberse perdido algunas de las dichas libreas. Y queriéndola leer el licenciado Juan Oliver, beneficiado de esta villa, pidió (el concejo) no se leyese y se compusiese, por los inconvenientes que de leerla podrían resultar, y ofreció ciento y cincuenta reales, porque no se leyese, por vía de restitución y por evitar pleitos". Berja no es una excepción a la propensión de pasar por alto, cuando no a enmascarar, este tipo de conflictos reales o potenciales.
Poco antes, 18 de diciembre de 1622, en el cabildo se exponía "la necesidad que hay en esta villa de pan y la gente perece", las señales de alarma ya se hicieron dramáticamente patentes con anterioridad: "no hay pan cocido ninguno, ni viene de fuera, y la gente anda padeciendo hambre" (16 septiembre),"el pósito de esta villa tiene muy poco trigo y no se halla de donde comprarlo, ni de mar ni de tierra, respecto de lo cual se espera mucha necesidad y hambre y conviene buscar remedio para que el pueblo no perezca" (2 noviembre).
En 1622 la subida de precio del trigo no fue tan brutal como en 1617, la fanega se vendía entre los 18 y 22 reales, el año anterior el precio era de 15 reales.
Ni que decir tiene, el corolario de esta situación inevitablemente fue una gran subida del precio del pan de harina de trigo: la hogaza de dos libras en 1617 llegó a alcanzar el exhorbitante precio de 24 maravedís (en 1616 era de 14), mientras que en 1622 fue de 18 (en 1624 valía 12 y 14).
Paradojas de la España del Barroco, de la microhistoria a macrorrealidades sociales, y que no eran exclusivas de Berja, y circunscritas al siglo XVII, al respecto y salvando las distancias en el espacio y en el tiempo, pero especialmente el hecho en sentido estricto, por lo cual ante el dramatismo de Berja lo que vamos a referir puede quedar en una anécdota, aunque esclarecedora entre el parecer y la realidad humana, el ser.
Diego Sánchez Carralero "del Orden de Santiago, predicador del número de su Majestad, cura beneficiado de la villa de Aledo y Totana y visitador general de ella y las demás de su partido por autoridad apostólica y real", en el auto de la visita, 7 de noviembre de 1728, a la iglesia parroquial y ermitas de Pliego (Murcia), hace constar que "el trono de yeso en que está puesta Nuestra Señora de los Remedios", patrona de la villa, en su ermita, presentaba un lamentable aspecto, disponiendo "se fabrique un trono de madera, con la escultura correspondiente y se dore y pinte".
El 21 de octubre de 1736 nuestro visitador comprueba el incumplimiento de su mandato, pues no se ha hecho "el trono de madera", y considerando que no es "justo esté Nuestra Señora de los Remedios sin la decencia debida en su altar, y tras constatar como de su "caudal se han gastado y gastan en pólvora todos los años, doscientos reales", dispone "no se eche a costa de su caudal pólvora alguna", hasta que se haga el ansiado trono.
También te puede interesar
Lo último
El parqué
El mercado se recupera
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
La senda de Extremadura
La Rambla
Julio Gonzálvez
Paz y felicidad
No hay comentarios