La poesía de una mujer ejemplar

En todas sus facetas, madre y esposa, abuela, bisabuela y tía, el lado humano de 'Angelita' Batlles Ferrera resalta de una manera extraordinariamente amorosa

La poesía de una mujer ejemplar
Juan Miguel Núñez / Vera

04 de abril 2010 - 01:00

No se sabe porqué confusión no he podido llegar con estas líneas al libro de Poesías de una hermana de mi madre, mi tía Angelita. En cierto modo, y sin que nadie se moleste, ha sido para mí una especie de estropicio sentimental.

Ya sé que me asisten pocos derechos, puesto que mucho antes que yo están sus diez hijos, y sobrinos somos la tira. Precisamente por esa amplia descendencia, tampoco va a ser ninguna decepción esta ausencia en su obra literaria.

Me hacía una ilusión bárbara, no puedo ocultarlo, pero no tengo más remedio que conformarme. Y para explicar las razones de esa sensación -que no es de malestar, quede claro-, voy a exponer dos situaciones transcendentes para mí respecto a ella: mi madre y mi tía son un calco una de la otra; y por otra parte, y aunque esté feo decirlo, hasta hoy mismo siempre me he sentido el sobrino favorito de mi tía.

Mi madre y mi tía se parecen entre ellas físicamente hasta el punto de que las han confundido una con la otra muchas veces, y en situaciones que han dado pie a tesituras la mayoría de las veces graciosas, aunque también las ha habido embarazosas y hasta algo comprometidas, como daría fe aquel pobre de solemnidad, personaje anónimo, que en los sesenta recorría los pueblos de nuestro levante sin más tarea e inquietud que pedir limosna.

Estábamos en una España ya muy alejada de la posguerra, pero la mendicidad seguía siendo para algunos triste y necesaria costumbre. Al hombre en cuestión, mis primos le llamaban el pobre de Vera, y nosotros le motejábamos a su vez como el pobre de Cuevas. Estaba claro que ni mis primos, ni mis hermanos y yo queríamos un pobre con denominación de origen propia. "No, no. Éste, de Cuevas", y al revés, decían allí, "si acaba de llegar de Vera, ¿de dónde va a ser?".

No había duda de que se trataba de un pobre, en eso coincidíamos los dos bandos de primos enfrentados. Y desde luego tanto allí como aquí se le atendía de mil amores, nada de sobras ni desperdicios, pues ya se encargaban mi madre o mi tía, según donde tocara, de servirle el plato del día familiar. Sólo le faltaba al hombre ocupar un sitio en el comedor respectivo.

Hay cantidad de anécdotas de aquel hombre, o, mejor, con aquel hombre como intermediario de deliciosos sucesos familiares, y con picaresco trasfondo. A mi madre le pedía que cumpliera una promesa que nunca le había hecho, y lo mismo a mi tía. Las dos, siempre tan buenas, no reparaban en la estrategia del pobre, pensando que el compromiso era de la otra hermana, cuando les pedía el donativo que un par de semanas antes se quedó aplazado por falta de cambio, y que ahora lo estaba necesitando con más urgencia que nunca. "Si es cosa de Angelita, que entonces no podría, pues ya está", decía mi madre. Y la misma oración de Angelita: "Hay que ver, Carmela, aplazarle al pobre la limosna".

De Vera o de Cuevas, qué más da, pero ni un pelo de tonto. Un suceso con un personaje cuya conducta propicia el estilo amoroso de dos mujeres únicas como son mi madre y mi tía. Ellas inspiran una gran obra a su alrededor. Y el libro de Poesías de tita Angelita es definitivo para entenderlo.

Ayer, sábado, se presentó la obra en su Cuevas del Almanzora de adopción. El Teatro Echegaray, hasta la bandera sólo con la familia. Todos los Batlles y los Campos con muy poquitas ausencias. Los Campos Batlles, Vázquez Batlles, Batlles Campos (Campos de Úbeda, distintos a los titulares de Cuevas, aunque unidos por el Batlles y caracterizados por el mismo toque familiar), Núñez Batlles (aquí ando yo), Montoya Batlles, Campos Mula, Campos Rodrigo y Navarro Campos. Lo llenamos todo.

Los reconocimientos afectivos a la intelectualidad de Angelita, tantos y tan merecidos, hicieron que me sintiera orgulloso de los antecedentes que me aporta en esto de juntar letras. Tiene gracia, con lo mal que yo me llevo con la poesía, quiero decir que la inspiración poética no es mi fuerte.

La autora es un personaje singular, que no sólo escribe y recita poesía, también interpreta al piano.

Y sobre todo, su bondad es extrema en todo y para todos. Se refleja en sus anécdotas y peripecias, y naturalmente en su obra, dedicada a los más próximos, y no sólo a la familia, también a mi muchacha como llamamos en Andalucía a la asistenta, a su canario (pájaro), a un muñeco de porcelana de su infancia que un día se quebró o a la misma Almería. Hay para todos, con una dedicatoria muy especial para el tito Diego, su cincuenta por ciento en la vida.

Qué maravilla, lo que escribe y cómo lo declama.

A cualquier cosa le pone poesía. Y su lectura acaricia.

¡Vaya con la dulce sonoridad de sus mensajes, de ternura y amor, a veces de soledad, siempre de suave mimo, sonrisa y bálsamo...!

Definitivamente son una maravilla los versos que modela la inspiración de tita Angelita. Su libro está escrito con el sentimiento que nos presenta la vida como un sueño permanente.

Ése es el anuncio constante de tita Angelita en su obra, con expresiones entre lo sagrado y lo mundano, lo culto y lo popular: la vida es arte, y el arte es la expresión de un sentimiento.

Se me olvidaba el piano. Tengo que advertir asimismo que una de las aficiones que nunca llegó a frustarse en tita, ha sido el mueble negro con teclas. Elogios también a sus atinadas, afinadas, dulces y delicadas notas musicales.

Este sábado, me da que va a pasar a la historia como glorioso, y no sólo por la efeméride litúrgica que conmemoraba de Gloria.

Dios traerá algo muy bueno para la familia, encarnada esta vez en ella. Estoy seguro que no fallará la intercesión celestial. Es mitad loa, mitad deseo, a la tita Angelita que tanto quiero.

1 Comentario

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último