Cuenta y razón

Fauna petrificada de Almería. Y se quedaron de piedra (II)

  • Eso eran para el pastor toledano las almejas, trilobites, gusanos… los bichos convertidos en piedra, la forma inconsciente que tiene la naturaleza de encantar la vida

Y se quedaron de piedra (II): Fauna petrificada de almería

Y se quedaron de piedra (II): Fauna petrificada de almería

"Ni nacíos ni criaos: son jósiles". Fósiles. Eso eran para el pastor toledano las almejas, trilobites, gusanos… los bichos convertidos en piedra, la forma inconsciente que tiene la naturaleza de encantar la vida; animales tan antiguos y lejanos que hasta resulta difícil imaginarlos en acción... por eso no me voy a referir a ellos sino a los que han alcanzado la eternidad por el toque intencionado y mágico del hombre para que, hechos arte, nos sigan demandando atención con trinos, ladridos y relinchos mudos, con silenciosos trotes, aleos y reptares. 

Antes que varita fue palote mágico el que tocó la piedra, grasa, pigmento y humo, para encantar en la cueva de Los Letreros, algún animal de nuestra prehistoria, muy borroso pero clarísimo decano de los encantados de Almería. 

Más cercano es el atún de Adra modelado en su ir y venir mediterráneo y almadrabero en el anverso de las monedas fenicias de Abdera del que pasaron al templo del reverso desplazados por las efigies de los emperadores romanos al comienzo de nuestra era, del tiempo que data el caballo pony tocado por la varita, ya cincel, de encantar cuando lleva sobre sus lomos a uno de los patricios togados del sarcófago de Berja, aliviándole el largo camino hacia el Museo Arqueológico de Madrid.  

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De menos antigüedad pero mayor abundancia por presente en todos los escudos reales y en muchos que no lo son, el león suele aparecer siempre de gresca, lo propio de la familia Felix: al primo gato me lo encontré en los Vélez, rubio, casi blanco, en dos escudos de los navarricos Falces, peleando con siete abejas y sentí pena por él hasta que lo supe atacante de la colmena y de ahí venía la defensa, aguijón en ristre y a riesgo de vida, de las abejas, muy laboriosas ellas pero sin ningún sentido del humor y menos del negro. 

Los dos cuervos de la bella fuente mayor de Laujar, gobernando la nave que a mediados del siglo XII, viento en popa, navega hacia Portugal para recoger el cuerpo de San Vicente en su Cabo del Algarve… una historia de la que escribiré en breve. 

Como haré con las palomas del linaje de los Palomares en Fuente Victoria subidas a las torres del escudo de una de las más bellas casas del XVIII en la provincia y a la que la ignorancia y el empecinamiento la atribuyen al "Rey Chico" con el mismo desahogo con el que han convertido la del Moral, en Fondón, en casa de las "Godoyas".  

Los pajaritos de Berja cantando en piedra en dos blasones de Joya, uno al borde de un hoyo en un jardín de la calle Nueva y otro en la copa de un árbol en el zaguán de la casa de otros miembros del linaje tras de la iglesia, muy cerca de donde otra avecilla espera la caída de los frutos del árbol del escudo de los del Moral. 

Nacida de huevo de dos yemas, el águila bicéfala fue regalo de Carlos V para que Vera llevara al pecho su escudo con el letrero: "Quien aquí ve esta ciudad, en este llano formada fue ponerle un freno al turco y una llave a toda España", una leyenda que si hoy carece de corrección política vige de pleno ahora con la puerta abierta de par en par y la llave arrojada al mar. Su nieta: el águila adoptada por Pulpí, antiguo anejo veratense, para su escudo. Sus hermanas: las que nuestro primer Austria dió a Almería, a Níjar, a Mojácar... y también a Purchena, a la que Felipe II, por su tibieza  con los moriscos sublevados en 1568, mandó  arrancar las alas que si bien poco le sirven a un águila de piedra, sí son fundamentales para la salvaguarda de su dignidad, doblemente vejada al haberse encomendado la ejecución del castigo a los perros de Villalán que quedaron en el escudo de la iglesia con caritas de no haber roto un plato, pero sin advertir como alguna que otra plumilla le colgaba, chivata, de los hocicos. 

Nacida de huevo de dos yemas, el águila bicéfala fue regalo de Carlos V para Vera

En el órgano de Vélez Blanco del escudo del linaje de Oviedo un águila persigue a un lobo que corre aterrado por un puente. Jamás sabremos si almorzó el ave… ni si acabó el gato de las abejas velezanas con la cara como una bota. 

Las águilas macho y hembra de la plaza porticada de Berja, encantadas en hierro colado ejercieron de fuente a la entrada del mercado con el que invadió la plaza en 1926 la dictadura de Primo de Rivera y ahora en vuelo corto se han posado en el edificio primitivo, al que no pertenecieron en origen, pues en 1860 aún no se había creado el escudo municipal que sostienen. Son de una cabeza como el águila del escudo de María que además va coronada, sin duda como trofeo al vuelo heráldico más alto: casi mil doscientos metros que ya es volar para un águila de piedra. 

El ciervo traído en su escudo por el obispo Corrionero en 1558, encantado en Tabernas por Juan de Orea cuando se ha puesto, presumido, delante de un árbol para acrecentar con sus ramas su cornamenta y trepado a un risco, como otros ciervos subieron a Níjar, Turrillas, Huebro... llevados por el afán constructor de aquel prelado.

El ciervo traído en su escudo por el obispo Corrionero en 1558, encantado en Tabernas

Iba a concluir sin mentar a la "bicha", pero eso sería dar por justa la tirria que se le profesa y bastante tiene ya la pobre con la que le liaron con la manzana, como si la mujer y el hombre necesitaran ayuda para pecar. De su habilidad para trepar, saltar y correr sin necesidad de brazos ni piernas, del mostrarse siempre orgullosa de su ningún parecido con nosotros, le vienen todos sus males; nada de esto le hubiera pasado, como le tengo dicho, de haberse parecido a un osito panda y no mostrarse así, tan libre, tan heterodoxa, unas veces: silencio o silbo, letra o número, ese, zeta, uno, ocho... y otras: lazo, muelle, espiral... 

O aro como la sierpe del linaje de Valdivia que vivió rodeando un escudo en Berja hasta que demolida la casa que blasonaba cobró vida y con la piedra a cuesta reptó hacia el Museo de Almería donde la vi hace años semioculta como todo lo que allí estaba sin ser prehistoria. 

Y estos son los animalitos que prometí presentarles; ya puedo pasar tranquilo a otra sección del zoo, la mitológica, sabiendo que están todos, ustedes y ellos, encantados de haberse conocido.

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