Santiago de Almería. En paro forzoso

Cuenta y Razón

Una nueva lección de historia de la provincia a raíz de un altorrelieve den centro de Almería

Últimos magos en Almería. Pompey viene, Pompey se va

Grabado de Santiago a caballo
Grabado de Santiago a caballo / D.A.
José Luis Ruz Márquez
- Catedrático licenciado en Bellas Artes

05 de octubre 2025 - 07:01

Cuando por vez primera estuve ante el templo de la calle de las Tiendas, me ocurrió lo que ocurrir suele cuando te enamoras: que quieres saber todo de quien te prende, y a recabar datos me puse pues no tenía otro que el nombre fácilmente deducible por el altorrelieve de su soberbia portada con al único santo que se representa a lomos de un caballo blanco y soltando mandobles: Santiago con cara, dicen, de Felipe II y a mí se me antoja un héroe de los tebeos de mi niñez en la que aquello de cerrar España y apellidarse Matamoros eran cosas de exquisita corrección política. Ahora lo han cubierto con una red para, al parecer, protegerlo de las palomas y a mí me da que es adelanto de velo negro… De morabito musulmán a ermita de Santa Lucía, acaba sede de la parroquia de Santiago, en cuyo ejercicio ha llegado hasta nuestros días, con dos excepciones: tres años de achicharrada en la guerra civil y cincuenta de almacén militar,

La desamortización, para hacer más rico al que ya lo era, en 1837 pone a la venta el templo destinando a su parroquia como nueva sede el de Santa Clara, cuyas monjas pasan a convivir con las Puras. Un día incierto de aquel año, nuestro templo abre la puerta a una procesión que tiene por carrera la corta calle de las Tiendas: la Dolorosa en brazos de unos cuantos de sus cofrades, y seguida de Santa Lucía, ropa, libros y enseres de culto... Cuando la cierra, ya tiene el nombre nuevo de Santiago “el Viejo” y se apresta a sufrir sesenta años sin decir ni misa.

En 1842 ante la imposibilidad de su venta, se anuncia su demolición, su piedra para el puerto y su solar para plaza, un proyecto del invasor francés de 1810, que resucitado en 1856 tratará, sin éxito, de abrir una calle que tras llevárselo por delante acabara uniendo la de Granada con el mar. Vuelve el templo a cruzar los dedos cuando se ve en un tris de ser cuartel. Y cómo para ello no sirve, la varita mágica le da dos toques en su cúpula para en un santiamén convertirlo en almacén militar de utensilios.

Y eso fue. Y más cosas. Centrípeta, como buena iglesia, atrae a amoladores, quinquilleros y otros maestrillos que, abusones y alborotadores, ocupan su acera, arrojando al transeúnte a los pies de los caballos, a las ruedas de los coches. Fonda clandestina, modestos empleados hallan en ella su albergue, tan incómodo como gratuito. Corruptela que alguna vez tuvo su lado bueno tal como el mostrado en una noche de 1888 cuando dos de aquellos okupas, anchos de gañote pero finos de oído, entre ronquidos y otras músicas, supieron distinguir en el crujir de una ventana la entrada de dos ladrones. Y a por ellos se lanzaron respondiendo con sus tiros a los de los malhechores que se pierden en la oscuridad por la calle de los Aljibes.

En 1874, a la busca del calor comercial de la calle de las Tiendas, al rincón que forma el cuerpo del templo con la torre, se arrima la panadería de Albacete con un kiosko de tablas para vender un pan común que solo asciende a pan de aceite y mantecado para felicitar las Pascuas. En 1876 la caseta pasa a llamarse “El Arca de Noé” como si fuera tienda de animalitos, cuando lo que allí se vendía era droguería, la brocha del arte y la artesanía, un dedal, la dinamita… que de todo vendían allí Ramón López e hijo, hasta 1890 en que fue demolida, tras una agria polémica entre las autoridades civiles y militares. El ayuntamiento reintenta la ocupación y al no conseguirlo sale amparando el tapiado de los arcos de la Torre para no se sabe qué negocio, pero muy parecido al que en 1874 borró del mapa, con una casa, la placetilla del Pilar, desde la que se podía contemplar de frente y con perspectiva la portada del templo.

Como la nariz para el rostro, la torre es vital para el templo. La de Santiago, con la singularidad de sus tres arcos abiertos a la puerta de los Perdones, tiene también un misterio a la vista del que la quiera fijar en los alrededores de una de sus aspilleras: un cicatrizado de tiros, que invita a preguntar su origen y destino. ¿Se enrocó allí alguien para enfrentarse a los franceses? No lo creo, pues aquellos invasores de 1810 pasearon las calles con tanta tranquilidad que hubieran pasado por turistas del imserso de no lucir tan napoleónicos uniformes. ¿Alguien en 1824 se hizo fuerte en la fe de que Los Coloraos acabarían entrando en la ciudad? Ojalá: sería la justificación del añadido que años después se le hizo al lema del escudo de la ciudad: “Y decidida por la Libertad”, pues que yo sepa no hubo ni un almeriense que arriesgara su vida en aquel intento tan liberal como forastero. ¿Se hizo fuerte algún cantonal de 1873 convencido del desembarco de las fragatas? ¿Son huellas de la indigesta ensalada de tiros guerracivilistas?

Grabado del apóstol Santiago luchando contra el imperio musulmán
Grabado del apóstol Santiago luchando contra el imperio musulmán / D.A.

El obispo Orberá con el viento favorable de la Restauración recupera el templo por real orden de 9 de julio de 1886, con la doble condición de que fuera destinado a parroquia castrense y de buscar almacén para los utensilios militares. Al no aparecer local alguno, Santiago se pone en 1893 al borde del derribo. Peligro al fin conjurado con la cesión hecha por la reina María Cristina que se materializa en 1898 en que dan comienzo las obras de su rehabilitación.

Una costosa obra que culmina cuando en el gran retablo mayor, construido en 1699 para el viejo San Pedro, queda la imagen de Santiago, obra nueva de Meneses, de Madrid, representa al apóstol en traje de peregrino... Y admirando el interior, radiante solo a falta de la sonada presencia del órgano, la restauración de la capilla de los Dolores y algunos cuadros y retablos. Así las cosas, el domingo 23 julio de 1899 celebra, solemne, como Dios manda, su primera misa oficiada por el obispo Zárate… Yo creo que Santiago es el templo almeriense que durante el siglo XIX más veces estuvo al borde de la demolición, víctima como tantos, de una corriente anticlerical que, al decir de nuestro sabio cura Arrieta en 1893, buscaba, “con el pretexto de la innovación borrar los monumentos para no dejar vestigios de la tradición, recuerdos de la historia”.

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