El sueño juvenil de tener un Renault Fuego
Pequeñas historias almerienses
Este coche deportivo exclusivo se comercializó entre 1981 y 1985, aunque en Almería se vendieron muy pocas unidades
1986: los anuncios de coches que engatusaron a nuestras familias
El fin del mundo estaba en Almería
Los chiquillos almerienses del “baby boom”, que a principio de los años ochenta se sacaron el carnet de conducir, fantaseaban con pilotar un cochazo deportivo: un “Ford Capri”, un “Opel Manta”, un “Alfa Romeo Sprint” o un “Toyota Celica”. Pero la realidad era otra. Los más afortunados tenían que conformarse con el “Seat 133”, el “R 5”, el “Corsa” o el “Panda” que las familias tenían amortizados y reservados para que, cuando el niño o la niña se sacara el carnet, no rayara el coche familiar nuevo.
Aquella generación de nuevos conductores se estrenó por las calles de la provincia con utilitarios de segunda o tercera mano, algunos hartos de rodar y con más horas al relente que una farola. No como ahora, que vemos púberes con acné al mando de potentes “bemeuves”, “audis” o “mercedes” circulando por ahí con los altavoces a todo guiñapo sonando el “Anuel AA” o el “Bad Bunny” ése. Suerte que tienen.
Pues entre 1981 y 1987 otro codiciado objeto del deseo automovilístico de los jóvenes era el “Renault Fuego”. Un “pedazo” de deportivo turbo con clase, fino y elegante, de importación, con aire acondicionado, diseño innovador, dirección asistida, dos puertas, llantas de aleación, escobillas en los faros, cierre centralizado con mando a distancia, elevalunas eléctrico o pintura metalizada, que “pillaba” los 200 kilómetros por hora. La luna trasera era inmensa, hacía de portón de un espacioso maletero y con un limpiaparabrisas poco visto que se activaba solo. Los muchachos que le cogían a sus padres o hermanos mayores prestadas las revistas de motor “Velocidad” o “Autopista” afirmaban con rotundidad que los trazos redondeados del diseño del “Renault Fuego” recordaba la silueta del “Porsche 924” lanzado en 1976, lo que hacía acrecentar aún más el interés por el modelo.
GTX 2 litres
Los adultos afortunados que lo condujeron aseguraban que la versión “GTX 2 litres” era una maravilla; con un equipamiento completo y con un buen motor de 110 caballos, aunque consumía gasolina en exceso. En enero de 1986 el litro de “súper” costaba 87 pesetas (0,52 céntimos de euro). La propia casa Renault empleaba el espectacular “Fuego” como señuelo para atraer clientes a sus puntos de venta. En octubre de 1985, los almerienses que se acercaron a ver modelos nuevos a alguno de los 17 concesionarios de la provincia participaban en “Juego del cuentakilómetros”, en el que podían ganar uno de los diez “Fuego” que se sortearon ante notario el mes siguiente. No tocó ninguno aquí; el más cercano fue para un señor que vivía en Motril.
Lo cierto es que el “Renault Fuego” era deseado y fiable, pero incomprendido. En 1981 fue el “coupé” más matriculado en Europa, pero en Almería, a pesar de que su espectacular diseño llamaba la atención, la venta fue escasa; más aún cuando sacaron la versión diésel. Quienes entendían de motor decían que éste se movía más que un tren de ganado y que el ruido interior era ensordecedor. Aquel error estratégico de la marca francesa hizo caer en picado las ventas. El precio fue otro lastre en su contra; costaba 1.266.000 pesetas “franco fábrica” o cerca de millón y medio con los impuestos y la matriculación. El diésel subía a más de dos millones. Además, la publicidad del modelo en prensa y televisión era tan moderna e innovadora que no llegaba al consumidor: un coche bocabajo, imágenes saltando entre el fuego de un volcán en erupción… Hasta el slogan elegido para cada temporada iba muchos años por delante: “Salsa picante”, “Mi nombre es Fuego”, “La importancia del estilo”.
En la provincia apenas se vendieron unas decenas de unidades. Que yo recuerde, había uno rojo metalizado chulísimo aparcado casi siempre por las calles Terriza y Juan Lirola y otro gris que solía entrar y salir del garaje de un chalé de Aguadulce. En verano, cuando venían de vacaciones los familiares emigrados o los franceses, se veían más “fuegos”. Como uno, impoluto, matrícula de Madrid de las letras EZ y otro que estuvo algún tiempo pululando por Ciudad Jardín con la placa M-FH.
Con el paso de los años el sueño juvenil de tener un “Renault Fuego” se diluyó. Ahora, 42 años después de su lanzamiento, por su exclusividad y rareza, por seguir siendo bonito y llamativo o quizás por el escaso número de unidades existentes, es codiciado por los conductores fanáticos de la marca francesa. Ya es un icono. Sobre todo, lo buscan coleccionistas de modelos históricos o de los albores de los años ochenta. En alguna web especializada en coches antiguos, por un modelo turbodiésel se han llegado a pedir más de diez mil euros, precisamente por ser la versión más escasa. Por seis mil euros es posible encontrarlo con motor de gasolina y del año 1983.
Recuerdos
El “Renault Fuego” me trae recuerdos muy entrañables y graciosísimos de los ochenta. Tras aprobar el carnet, a mi querido amigo Bernardo (q.e.p.d.) su familia le adjudicó un “Renault 5 - TS” de tercera mano, sin aire acondicionado, de color blanco y con el cuentakilómetros dando la segunda vuelta. La llave la tenía enganchada a un reluciente colgante de metal con el rombo característico de la marca. Cuando en verano íbamos de fiesta al “Pub Duende” o al “Maravillas” el llavero lo dejaba caer con delicadeza sobre la barra para que estuviera bien visible. Y, claro, cuando alguna chica le preguntaba si tenía coche (algo inaudito entonces en los jóvenes), él serio y formal decía que sí: “Un Renault Fuego”. El prolongado “oohh” femenino se oía hasta en el morro del Puerto. Pero él continuaba: “lo tengo aparcado en el muro de la Rambla; mañana vamos a las tres de la tarde y te subes; a ver si es fuego o no es fuego…”
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