Ébola, un mal sin cura... todavía
Contagio. Se precisa contacto directo con la persona o con sus fluidos, que es donde viaja este pasajero mortal Desenlace. Hemorragias digestivas o urinarias incontrolables
El día de hoy es un milagro". Así se expresaba alguien que se sabía cerca de la muerte hacía no mucho y podía despertar de la pesadilla de haber sido contagiado por una de las enfermedades malditas de nuestra era. El sujeto en cuestión es el Dr. Kent Brantly, médico americano y voluntario en una de las zonas marcadas en rojo fluorescente en los mapas de África y que señalan el alto número de casos de Ébola: África occidental, concretamente Liberia. Allí empezaron a recibir pacientes afectados por el virus en Junio de este año, y hasta la fecha, la sangría continua. Miles de personas infectadas, barrios enteros en cuarentena, hospitales desolados y desabastecidos en lo humano y en lo material. Un caos humanitario y enfermos que mueren arrinconados y en soledad. Los que tienen suerte de pertenecer al primer mundo, son evacuados por sus países de origen, y tratados por personal de primer nivel con medios al alcance de pocos. Para el resto, esperar.
Eso fue lo que le ocurrió a este médico americano, a su compañera Nancy Writebol y al religioso español Miguel Pajares. Todos fueron repatriados y confinados en centros altamente especializados en enfermedades infecciosas, siguiendo de manera escrupulosa, todos y cada uno de los protocolos de seguridad, en un ambiente enrarecido por las voces alarmistas de siempre, algún médico nefasto metido a político incluido, que preferían que los enfermos purgaran su pena donde la contrajeron, lejos de su bonito despacho en el Congreso.
¿Cómo se contagia el Ébola?
A pesar de todo lo dicho por algunos tertulianos de salón y pseudoexpertos médicos surgidos a la luz de la oportunidad que se les brinda, el Ébola es de difícil contagio. Se precisa un contacto directo con la persona o con sus fluidos que es donde viaja este pasajero mortal. No hay contagio mediante la vía aérea como ocurre en la gripe común. Es por ello que el personal sanitario deba estar provisto de trajes especiales y mascarillas cada vez que deban atender a un paciente o a un sospechoso de la enfermedad. Precisamente, esa fue una de las mayores dificultades que comentaban el equipo médico: los gestos rutinarios como la toma de constantes o la infusión de medicación intravenosa, se convertía en una odisea.
La tasa de mortalidad de esta enfermedad varía pero puede llegar al 90% de los contagiados. El desenlace se produce por las hemorragias imposibles de controlar, ya sea por vía digestiva o urinaria. No hay cura. Lo único que se puede hacer en este momento, es tratar las consecuencias, no la enfermedad. Si hay hemorragias, estabilizar al paciente mediante trasfusiones de sangre o derivados, hidratación y confiar en la fortaleza del ser humano infectado hasta que su sistema inmunitario tenga tiempo de fabricar un antídoto, unos anticuerpos que luchen y acaben con la invasión, como ocurre en otras enfermedades víricas. Pero no suele dar tiempo. Las consecuencias son tan graves como la falta de medios y los pacientes mueren a los pocos días de estar infectados.
Aunque ha creado una alarma internacional inédita hasta ahora, el Ébola afecta a un escaso número de personas en comparación con otra epidemias parecidas como el VIH. Es por ello por lo que la industria farmacéutica no ha considerado eficiente el gasto de recursos en descubrir la cura para una enfermedad que se encuentra "arrinconada" en el oeste de África. Únicamente cuando la diana del virus se ha posado en inquilinos del primer mundo, es cuando ha sonado la señal de alarma y todo el mundo se ha girado, mirando alrededor y buscando una cura que no existía. Sólo hay una empresa en el mundo, Mappbio, que ha investigado al respecto. Esta corporación americana tuvo la idea de extraer suero de ratones que habían sido infectadas con el Ébola, desarrollado en mayor cantidad en plantas de tabaco modificadas genéticamente, e inyectarlo en los pacientes contagiados. De esta manera, le estamos suministrando al sistema inmunitario del infectado, como son los anticuerpos que tiene que fabricar para derrotar al virus, reduciendo el tiempo de respuesta del sistema inmunológico. El nombre, ZMAPP. La idea es sencilla pero, ¿es efectiva?. No lo sabemos. Así lo expresó el Dr. Bruce Ribner del hospital de Atlanta donde se han tratado a los dos americanos que ahora se encuentran libres de enfermedad. Se han tratado un total de 6 pacientes, uno falleció (Miguel Pajares), los dos americanos curados y quedan dos pacientes africanos, que según la OMS, mejoran.
Como pasa en estas situaciones, casi apocalípticas, ya ocurrió con las famosas e inútiles vacunas de la gripe aviar que, la entonces ministra de Sanidad Trinidad Jiménez, compró a precio de oro, todo el mundo quiere su vacuna. Estamos hablando de un suero, que sólo se ha probado en ratas y monos ( en estos últimos se han probado en 7 y de ellos, 4 murieron, lo que supone una tasa de mortalidad del 57%), es decir, es las fases más iniciales del desarrollo de una medicación y que se ha tolerado su dispensación como uso compasivo, ante la ausencia de tratamiento curativo. Los resultados por el momento, son anecdóticos. Hoy día, la investigación en medicina se encuentra avalada por la llamada, medicina basada en la evidencia, o lo que es lo mismo, sólo funciona lo que se ha demostrado efectivo, mediante estudios aleatorizados y randomizados, con un volumen de pacientes adecuados. De esta manera se podrá deducir que el ZMAPP ha curado a esos pacientes de una manera eficaz y efectiva y no por puro azar o por otras consideraciones. A buen seguro, las acciones de Mappbio se habrá cotizado a precio de oro estos últimos días.
Ojalá se siga investigando en éste y otros campos y no sólo porque el virus en cuestión ha burlado los seguros muros de Occidente, provocando el pánico en los despachos y salas de estar de los países más ricos, sino porque realmente se mira a Africa con ganas de aportar soluciones y ayudas y no por puro negocio, como pasa casi siempre.
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