España toca el cielo

La selección enmarca una final para la historia ante Dinamarca, bestia negra en los últimos años, y gana una medalla de oro de leyenda

Los jugadores de la selección mantean a Alberto Entrerríos en su adiós al equipo nacional.
Álex Cubero (Efe) Barcelona

28 de enero 2013 - 05:02

Una colosal España se coronó ayer por segunda vez en su historia campeona del mundo de balonmano al arrollar sin compasión a Dinamarca (35-19), irreconocible durante un encuentro en el que en ningún momento tuvo opción de discutir el triunfo a los anfitriones, que suceden, de esta forma, a la legendaria selección francesa en el historial del campeonato.

Era el primer Mundial que España organizaba en su casa en toda su historia y los jugadores de Valero Rivera sabían que no podían fallar si querían sumar un segundo oro, después del conseguido en Túnez en el año 2005.

De aquella selección sólo quedaban Albert Rocas y Alberto Entrerríos, que disputaba su último partido como internacional. El lateral gijonés acaba en el equipo ideal del torneo, junto a Aguinagalde. Y con otro oro en el bolsillo.

Una nueva generación se abre camino y eligió el mejor escenario para presentarse a los ojos del mundo. El Palau Sant Jordi de Barcelona, mítico escenario de los Juegos Olímpicos del 92, repleto con 14.000 almas, presenció un paseo triunfal casi vergonzante por momentos.

La bestia negra de los españoles se quedó en mascota. Apenas una sombra de aquel equipo que llegaba invicto a la final con un balonmano temible. La aristocracia estelar doblegó la rodilla ante el balonmano del pueblo, el espíritu colectivo de los chicos de Valero Rivera, ante el grito al aire de Maqueda y el poder de Cañellas.

De la Dinamarca que había vencido a la selección española en los dos enfrentamientos anteriores, en el Europeo y en los Juegos Olímpicos de Londres, nada se supo. Los nórdicos, por cierto, perdieron la tercera final mundialista a la que llegaron. España sucede a Francia en lo alto del podio y el parqué acabó convirtiéndose en unos gloriosos Campos Elíseos.

Ya el arranque del encuentro había sido toda una declaración de intenciones por parte de los anfitriones. Antonio García fue la sorpresa en el equipo inicial español y, precisamente él, inauguró un marcador que España ya dominaba por tres tantos en el primer parcial.

Tres minutos tardó Dinamarca en lanzar su primer disparo y casi cinco en abrir su cuenta anotadora. Los nórdicos se encasquillaron en el entramado defensivo planteado por el técnico español -la mejor virtud del equipo- y apenas consiguieron plantar cara durante un cuarto de hora.

Ése fue el tiempo en el que los daneses sacaron a relucir un conato de su maquinaria de balonmano hasta ahora perfecta. Fueron 10 minutos en los que los pupilos de Ulrik Wilbek, con una buena circulación unida al lanzamiento exterior, consiguieron reducir la brecha a un tanto (6-5, minuto 11).

Pero el muro defensivo hispano empezó a provocar cortocircuitos continuos en su adversario, noqueado por la intensidad en la retaguardia de los anfitriones. Hasta el intermedio, Dinamarca apenas se apuntó un gol por parcial, mientras cada pérdida de balón generaba contragolpes letales de los españoles. Los extremos Eggert y Lindberg no hallaban el camino que tantas veces habían recorrido, totalmente anulados.

Mikkel Hansen pedía calma a sus compañeros, pero la razón nórdica ya no respondía y sus propios monstruos empezaron a crecer. Cada ataque era un mundo, mientras los españoles anotaban con suma facilidad. Rivera y Cañellas -seis y siete goles al final del partido, respectivamente- colocaban la máxima diferencia hasta el momento con varias contras (12-8).

Maqueda enloquecía y el Sant Jordi con él. Si el 18-10 del descanso ya fue una diferencia inesperada, más lo acabó siendo un segundo tiempo en el que los daneses ya simplemente se habían esfumado del parqué.

Al gol de Mollgaard tras el receso le siguieron casi 10 minutos de sequía y apenas seis tantos en 20 minutos. Fue media hora de jolgorio español, que llegó a estar 19 tantos arriba. La guinda a un Mundial dorado para el anfitrión, mientras Dinamarca acumula ya tres finales cayendo en la desdicha.

España: Sterbik; Rocas, Maqueda (5), Aguinagalde (5), Cañellas (7, 1p), García (2), Rivera (6) -equipo inicial-, A. Entrerríos (3), Tomás (1), Sarmiento (1), Montoro (2), Morros (1), Ruesga, Ariño, G. Guardiola (2) y Sierra (ps). Dinamarca: Landin; Eggert (3, 2p), Lindberg (1), René Toft, Mollgaard (4), Hansen (2), Nielsen -equipo inicial-, Sondergaard (4), Mortersen, Markussen (2), Lauge (1), Noddesbo (1), Svan, Henrik Totf (1) y Green (ps). Parciales: 3-1, 6-4, 8-5, 9-8, 14-9, 18-10 (descanso), 22-11, 26-12, 29-12, 30-15, 34-16 y 35-19 (final). Árbitros: Krstic y Ljubic (eslovenos). Excluyeron a Maqueda, García, Ariño, Mollgaard y Sondergaard. Incidencias: Final del Mundial de España disputada en el Palau Sant Jordi de Barcelona ante 14.000 espectadores, con la presencia del Príncipe Felipe de Borbón y la Princesa Marie de Dinamarca.

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