Hormigonera de cemento (4-2)

Atco. madrid-ud almería

La superioridad madrileña minimiza los recursos y la voluntad almeriense Otro partido marcando dos goles, pero también encajando, y en esta ocasión demasiados Debut con todo sentenciado de Barbosa

Jenaro Lorente/ Efe

Madrid, 14 de septiembre 2013 - 18:00

El éxito de una buena edificación radica en sus calidades. Si los arquitectos han escogidos materiales óptimos, la construcción resistirá sin demasiados problemas los azotes del paso del tiempo o de las inclemencias meteorológicas. El problema radica cuando los pilares no son los adecuados o lo suficientemente resistentes como para hacer frente a la virulencia de, por ejemplo, un movimiento de la tierra.

No llegó a ser un terremoto lo que sintió ayer el Almería en el Vicente Calderón, pero sí que hubo movimiento de las placas tectónicas bajo los pies visitantes. Francisco, en esa búsqueda de una mezcla que haga más fuerte al equipo, sigue viendo que arriba hay cemento para compactar bien las piezas, pero defensivamente la plastilina cede a base de los golpes rivales. El Atlético, que sólo se empleó cuando realmente lo necesitió, dejó en evidencia que para pelear con los equipos de la zona alta no basta sólo con alegría ofensiva y buena actitud en la zaga.

Simeone sacó la grúa al inicio de partido y pronto cogió en peso y movió a donde quiso las vigas de Francisco, todavía faltas de cimentación. Como acostumbra y había avisado el míster, el Almería no se metió atrás y quiso aprovechar su velocidad para probar a una defensa colchonera, que tampoco es defensivamente una máquina. Sin embargo, los hilos los llevaron los colchoneros y no los soltaron. Tras un par de avisos, más por dominio territorial que por verdadero peligro, el primer ataque de verdad acabó en gol. Centro lateral de Juanfran, prolongación en el punto de penati y Villa, solo en el segundo palo, ejecuta a Esteban con maestría y cierta facilidad.

Demasiado pronto y demasiadas facilidades para un rival tan fuerte y fiero. Los siguientes minutos fueron un completo agobio y no se acabó el choque porque Esteban estuvo para remediarlo. Raúl García la tuvo de cabeza, Diego Costa destroza en carrera a Trujillo... Todo el trabajo estaba en la portería del asturiano, que pese a encajar cuatro, estuvo soberbio. Hasta ese momento, el meta mantenía compacta la barra de plastilina, pero esta iba a empezar su descomposición cuando Pelle se precipitó al tirarse a los pies de Filipe Luis dentro del área. El balón se le iba, pero al argentino le pudieron los nervios. Penalti y 2-0. Todo visto para sentencias. Pues no. El equipo sí que tiene buenas armas ofensivas y Rodri las iba a utilizar poco antes del descanso para dar un pequeño susto al público. El sevillano logró su cuarto tanto al llevarse por coraje un centro lateral del Rafita. Faltaba toda la segunda parte y el Almería se metía en el partido. La relajación local, fruto de su superioridad y de que tiene Champions a la vuelta de la esquina, era la baza a jugar.

Nada más lejos de la realidad. El equipo de Simeone demostró ser ese niño travieso, al que le gusta manosear la plastilina, hacer formas para terminar estrellándola contra la pared. Francisco quiso proteger a su defensa cambiando a Pelle, que tenía amarilla, por Marcelo Silva, pero las facilidades dadas al conjunto madrileño siguieron siendo igual de patentes. Es cierto que la acción de la sentencia viene precedida de una mano que protestan los almerienses de Filipe Luis, pero lo que es incomprensible es la manera de defender una falta. Tiago, solo en el centro de lo que debería ser una muralla, recibe un balón, se da la vuelta con total tranquilidad y bate a Esteban ante la atónita mirada de todos.

Había quien miraba al línier, quien lo hacía al árbitro por si no había pitado, pero todo era correcto, excepto la forma de defender. Ahí se acabó todo. El tanto posterior de Koke llegó sólo por inercia y el de Aleix por calidad. Porque los rojiblancos la tienen arriba de sobra y lo han demostrado marcando dos goles por partido. Pero si éstos no valen para ganar, hay un gran problema.

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