Torres, un nueve nada mentiroso

El madrileño finiquita todas las dudas sobre el delantero adelantando a la selección y redondeando su actuación con otro gol · Físicamente se encontró muy por encima del resto y supo jugar con ello

Fernando Torres arma la pierna para disparar en la jugada del 3-0 de la selección española.
Fernando Torres arma la pierna para disparar en la jugada del 3-0 de la selección española.
José María López

15 de junio 2012 - 05:02

Los debates tienen estas cosas. Sirven para rellenar páginas en diarios, horas en la radio y tertulias televisivas más cercanas a la prensa del corazón que a otra cosa. Pero los debates tienen que acabar en algún momento y Fernando Torres los finiquitó todos por la vía rápida. Dos goles, victoria para España y a otra cosa. Además, si algo tienen de positivo es que pueden provocar una reacción airada por parte del hombre discutido, que puede que su apetito aumente y que sea el equipo el principal beneficiado.

El hambre se tradujo en fe para recuperar un balón dentro del área a un muy torpe Dunne por la espalda, para prepararse el disparo con el exterior al tiempo que evitaba a Ward y conectar un disparo seco ante el que Given sólo pudo cerrar los ojos y abrirlos para ver cómo el balón estaba dentro de su portería. Si el debate del nueve hubiera sido una película a los cuatro minutos ya estarían en pantalla los títulos de crédito.

Hablaba Toni Grande, segundo de Del Bosque, en la previa para la televisión sobre la titularidad de Torres y daba tres razones: juega en la Premier League, conoce el fútbol británico y estaba lloviendo sobre Gdansk. Y llevaba razón, ya que jugar en la Premier le permitía conocer las debilidades del portero Given, al que ya le marcó esta temporada en un partido que el Chelsea ganó 2-4 al Aston Villa. Conocer el fútbol británico se tradujo en saber que los centrales de las islas nunca han sido unos superdotados con los pies, como se demostró cuando le robó la pelota a Dunne. Y efectivamente estaba lloviendo y, aunque no influyó en su gol, sí que aprovechó la lluvia para realizar desmarques y hacer gala de su velocidad.

Un partido de 86 minutos comenzaba con España en ventaja en el marcador y Torres seguía con ganas de demostrar cosas. Por si su gol no fuera suficiente para solventar los debates, el de Fuenlabrada dio un recital en la primera mitad de desmarques constantes. Aunque el estilo de la selección sea de pases en corto y rara vez se vea un desplazamiento en largo para aprovechar la rapidez de los delanteros, Torres no dejó de intentarlo, viéndose beneficiados todos esos locos bajitos que ahora si tenían los espacios para recibir, controlar y pensar que no tuvieron en el debut ante Italia.

No se limitó a eso su primera mitad. Sabedor de la torpeza de los centrales no paró de presionarles la salida de la pelota. Además, parecía haber puesto un imán a la pelota, ya que todo balón suelto en el área, todo rebote tras una combinación de sus compañeros, acababa en sus botas. Sin embargo no se mostró tan acertado como en su primera ocasión, eligiendo la opción errónea en un par de ocasiones. Pero el trabajo estaba hecho y su cara se había descargado de la tensión que mostraba en el túnel de vestuarios antes del inicio, cuando todos los focos se dirigían a él por ser la novedad en el once.

Los debates son gratuitos, pero hay algo que no se puede discutir y es el estado físico en el que ha llegado el delantero del Chelsea. Fino, fresco, ágil. Del mismo modo tampoco admite discusión el derroche realizado en la primera mitad, por lo que en la segunda parte notó el paso de los minutos. Ya no se ofrecía tanto, pero tampoco hacía falta, puesto que España controlaba el partido con toque y más toque en el campo de los irlandeses. Con todo, en diez minutos protagonizó tres acciones relevantes, cayendo en un fuera de juego muy justo tras un genial pase de Iniesta, resolviendo con un taconazo un barullo en el área irlandesa tras un córner y viéndose superado en una carrera por Dunne. En ese momento se evidenció su cansancio, y en el banquillo Del Bosque llamaba a Cesc para darle oxígeno.

El partido estaba de cara, Silva había hecho el segundo y la tranquilidad reinaba. Pero Torres quería más. Era su día, había puesto el partido en franquía y su actuación se merecía acabar en sobresaliente, no en notable. Y como era su día, lanzó un desmarque entre los centrales indicándole a Silva el camino del pase, controló la pelota en carrera y definió con tranquilidad ante Given para hacer su segundo gol del partido y de la Eurocopa.

Tres minutos después se marchaba al banquillo. La grada lo ovacionaba y daba entrada al sacrificado Cesc. El cambio del primer partido de la Eurocopa se invertía y el jugador del Barcelona pedía su cuota de protagonismo haciendo el 4-0 y celebrando el tanto con mucha rabia.

De esta forma se cerraba el círculo. Y también los debates. España puede jugar con un punta nato o sin él, ahí ya se entra el terreno de la opinión y de los gustos personales. Pero si España juega con un nueve nato, el primero, al menos para Del Bosque, y con razón, es Fernando Torres. Aunque la amonestación que sufrió ante Italia puede que le haga perderse el partido ante Croacia para estar disponible en los cuartos de final. O lo mismo Del Bosque se arriesga y lo pone. Será por debates...

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