Viena, la tumba del derrotismo

Luis Vidón (Efe) / Viena

17 de noviembre 2009 - 05:02

España vuelve hoy a Viena, donde el 29 de junio de 2008 escribió una de las páginas de oro del deporte español al proclamarse campeona de Europa y, de paso, liquidó el maleficio que había sumido a La Roja en un fatalismo derrotista en las grandes citas. Mucho ha cambiado en el año y medio transcurrido desde aquel torneo, en el que España conquistó con un fútbol total su segunda Eurocopa y su primer gran torneo en 44 años, aunque se mantiene dos constantes: el buen juego y el gran trabajo colectivo. En Austria también se fraguó el llamado espíritu de Neustift, el idílico valle alpino a 25 kilómetros de Innsbruck en el que el grupo encontró durante la concentración el necesario aislamiento y la unidad para templar su fútbol.

Esa noche en el estadio Ernst Happel de Viena se rompió la maldición que había perseguido a generaciones de aficionados desde 1964, que no vivían un triunfo en una gran cita desde aquel gol de Marcelino a un país ya extinto, la Unión Soviética, en una final disputada en una España en blanco y negro.

El armazón de esa selección exquisita que ha reivindicado el toque de seda, la velocidad, y ha jubilado el ideario de la airada furia roja se mantiene con Iniesta, Xavi, Silva, Xabi Alonso y Fábregas a los mandos. Xavi, de 29 años, el mejor jugador de la Eurocopa 2008, llegará al Mundial de Suráfrica, al igual que la columna vertebral de la selección, en el apogeo de su carrera.

Pero también se han producido algunos cambios. El ideólogo de la revolución de los pequeños, Luis Aragonés, que creyó en que la asociación del talento era la principal virtud del equipo, ha dejado de dirigir a la selección para dar paso a un discreto Del Bosque, cuya mejor labor fue rejuvenecer el equipo.

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