Su palo, el choque con la realidad
sevilla fc | ud almería
Su asistencia en el 0-1 sólo fue una falsa alegría para un equipo incapaz de mantenerse por méritos propios La volea no entró y dio comienzo al 'recital' de una defensa de inferior categoría
Las derrotas saben peor cuando te ponen el caramelo en los labios. Y ya si es un sello en el visado hacia Segunda como ayer, es ácido puro. Por eso el buen partido partido de Jonathan en el Sánchez Pizjuán es sólo la demostración de que el Almería estaba mal configurado desde su base y la liga regular lo va a poner donde merece. No sólo por falta de calidad, cuestión en la que tiene la culpa la secretaría técnica y la raquítica inversión de esta temporada, sino por la falta de coraje, pundonor y los fallos impropios de jugadores que se han encontrado la Primera División más como regalo que como un futuro labrado y trabajado. El mensaje de Sergi llegó, pero muy tarde. Cuando el Almería ya es sólo un ánima deambulante que sólo esperaba que se le abrieran las puertas del Purgatorio. Ayer se le abrió la derecha y el domingo, si no hay otro milagro de por medio, que no tiene pinta porque la Virgen ya está un poco cansada de dar y no recibir nada a cambio, verá cómo ceden también los pestillos de la izquierda.
El destino pudo haberlo cambiado Jonathan. En su pierna derecha estuvo un tanto que hubiese dado una dosis de moral que el equipo necesitaba. Sin embargo, el palo quiso que el Almería se estrellara de bruces con su triste realidad. Aunque los rojiblancos se habían adelantado con una muy buena combinación de Jonathan y Thievy, y hasta ese momento los dos futbolistas eran los mejores del partido, el equipo iba a demostrar su verdadera cara a partir de esa volea que el burkinés no logró meter. Más o menos como ante el Málaga.
Del palo, al empate, a la derrota y prácticamente a Segunda. La defensa comenzó a hacer de las suyas, esto es a ser el peor de los enemigos. Jonathan, como toda la afición, como toda la ciudad, como toda España, veía perplejo cómo su retaguardia cometía tres errores garrafales. No uno, ni dos, ¡¡tres!! Y jugándote la vida. Así, no se puede optar a nada, es sólo una manera de jugar con una afición que quiso confiar en un imposible y volvió a llevarse una bofetada de las que pican en el orgullo, de las que duelen en lo más profundo del alma.
Dos goles regalados a un Sevilla que no sólo tenía ganas de fiesta y una expulsión tan inexplicable como la de Dos Santos frente al Celta. ¿Es manera de competir en Primera División? ¿Así defiende uno su propia vida, el pan de su familia? La salvación ha estado baratísima, pero la plantilla rojiblanca no ha querido salvarse. Ha regalado, regalado y regalado. Tendrían otra cosa mejor en la cabeza. Con todo ya perdido, otra vez más, gracias a una defensa calamitosa, el clavo ardiendo al que confiaba agarrarse la delantera rojiblanca estaba ya incandescente. Y Hemed, sifones para bajarlo de temperatura, ni tiene ni sabe usarlos. Las últimas carreras de Jonathan sólo fueron eso, carreras hacia Segunda.
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