Un 'todocampista' a la conquista de Europa

Batallador, ágil, buen pasador, goleador. Luka Modric dejó su sello de todocampista en la victoria de Croacia 1-0 ante Turquía y permite a su país considerarse como uno de los contendientes a pelear por el título en Francia.

Ante Turquía, el madridista jugó retrasado, detrás de Rakitic y junto a Badelj en el medio, pero gravitó como un volante ofensivo, cumpliendo el rol de engranaje del equipo croata. Además, completó 52 de 58 pases (90% de efectividad, su media en el Real Madrid) y anotó desde una distancia de 25 metros la volea que sentenció el partido ante Turquía.

En un combinado de jugadores muy altos, Modric cumple un rol de todocampista y baila en la pista con su 1,74 metros de estatura sin complejo alguno.

En su país, su figura casi supera a la del histórico goleador Davor Suker y antes de la Eurocopa, ganó por cuarto año consecutivo el Football Oscars, el premio al mejor jugador croata.

Modric sueña con repetir o superar la gesta del Mundial 1998, también en Francia, donde Croacia terminó tercera en su primera participación y puso su nombre en el mapa futbolístico, pues sólo siete años antes había conseguido su independencia de la antigua Yugoslavia.

El madridista conoce de cerca aquel violento proceso: su abuelo murió durante la guerra que croatas y serbios libraron entre 1991 y 1995 y su familia huyó como refugiada. Él, con sólo seis años, se crió entre las bombas.

Su padre, Stipe, lo llevó a jugar al fútbol a la cantera del NK Zadar, club que tenía la filosofía de ayudar a los niños cuyas familias habían sufrido las consecuencias de los bombardeos serbios.

La familia de Modric huyó a Zadar cuando estalló el conflicto, su padre se alistó como soldado y el joven Luka y su madre se refugiaron en el hotel Kolovare.

El recepcionista de aquel establecimiento contó años después que el pequeño "rompió más ventanas con su balón que las ondas de las bombas de la guerra".