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Juan Cartaya, historiador: "La Casa de Austria siempre contó con sus mujeres para la alta política"

Juan Cartaya | Doctor en Historia Moderna y profesor

Juan Cartaya. / José Ángel García
Gonzalo Gragera

26 de septiembre 2025 - 06:30

El año: 1587. Dos países: España e Inglaterra. Y un conflicto del sur al norte de Europa. Y una curiosísima red de espionaje en la que se ven involucrados dos jesuitas ingleses. Y la religión como pretexto para el dominio político. Por estos cauces circula la trama que nos cuenta el historiador y profesor Juan Cartaya (Sevilla, 1965) en Los dos ingleses (editorial Almuzara). Una novela que te descubre el “ajedrez político” de finales del siglo XVI.

Pregunta.Esta novela se inicia con una reina decapitada: desde la primera página nos da una imagen significativa de la Europa de finales del siglo XVI.

Respuesta.La decapitación de María Estuardo, en cierto modo, es el desencadenante de todo lo que ocurriría después. A partir de la década de 1560 ya se le estaba insistiendo a Felipe II con la invasión de Inglaterra, pero los planes serios no llegan hasta que no se idea el plan maestro, es decir, la creación de una armada, que recogería a las tropas de Farnesio, y que luego los transportaría a Inglaterra, para la invasión. Con la decapitación de una reina católica, de María Estuardo, ordenada por Isabel I de Inglaterra, Felipe II tuvo la excusa perfecta para esa invasión.

P.Si la monarquía española hubiese derrotado a Isabel I de Inglaterra, ¿le hubiese sucedido en el trono Isabel Clara Eugenia de Austria –hija de Felipe II-?

R.Sí. Era una alternativa al trono, pues fue una estadista avezada, una política listísima. Nosotros ahora, quizá, pensamos cosas diferentes, pero la Casa de Austria siempre contó con sus mujeres para la alta política. María de Austria, Margarita de Austria, Juana de Austria… Todas fueron figuras destacadas en el ajedrez político del siglo XVI.

P.¿Felipe II quiso conquistar Inglaterra por convicciones religiosas o por ambición política?

R.Felipe II se interesa por Inglaterra porque considera que tiene una vinculación personal con aquello. No nos olvidemos de que él fue rey consorte de Inglaterra. Es cierto que también hubo un componente religioso, pero creo que esto no le importaba tanto como la intervención de Isabel I de Inglaterra –que había sido su cuñada y a la que había defendido del cadalso- ayudando a los rebeldes protestantes de Flandes. Ahí Felipe II se considera traicionado.

P.¿Fueron los protestantes tan despiadados con los católicos?

R.Aquí despiadado fue todo el mundo. No hay buenos y malos. Lo que en estos años se pretende, principalmente, es la politización de la religión; es decir, la religión era también una herramienta política. De ahí el adagio Cuius regio, eius religio. Si yo era un súbdito español, yo tengo que ser católico. No se podía tener una religión distinta a la de mi señor natural. Los reyes, y los Estados –que eran autoritarios-, utilizan la religión como herramienta de control. Eso fue en España y en todas partes.

La Inglaterra del XVI era una mediana potencia. Quiere destacar, pero ni tiene herramientas ni capacidad ni posibilidades"

P.¿La denominada catástrofe de la Armada Invencible no fue más que un relato tergiversado del protestantismo?

R.Los propagandistas ingleses difundieron el relato de una derrota catastrófica para así legitimar el gobierno de la reina Isabel. Era una forma de decir: “Dios está con nosotros”. Con el paso de los años, en la época victoriana, se intenta crear una mitología imperial. Los ingleses quisieron transmitir que ese imperio no era algo reciente, sino una realidad mucho más lejana. Una historia cuyo origen empezó, precisamente, en Isabel I de Inglaterra. Pero lo cierto es que la Inglaterra del XVI era una mediana potencia. Quiere destacar, pero ni tiene herramientas ni capacidad ni posibilidades.

P.¿Fueron los jesuitas la orden católica más beligerante contra el protestantismo?

R.Absolutamente. De hecho, los jesuitas se conciben como un ejército: la Compañía de Jesús. Ellos, por ejemplo, se implantan en Japón con mucha facilidad, porque comparten esa filosofía japonesa del bushido, casi samurái. Los jesuitas son un ejército al servicio del Papa.

P.Otro asunto de esta trama: Andalucía juega un papel clave en la historia de la Armada Invencible.

R.Todos los reinos de la Monarquía Hispánica juegan ese papel. Andalucía es una zona costera, cercana a la frontera portuguesa, con puertos importantes –Cádiz, Sevilla-, por lo que era un lugar estratégico. Andalucía participa en los abastecimientos, los bastimentos, armamento. El rey habilitó al duque de Medina Sidonia para embargar buques de los puertos andaluces, y sumarlos a la armada.

P.¿Esa red de espionaje entre las potencias europeas funcionó tal cual se cuenta en la novela?

R.Funcionó tal cual. Por parte de España estuvo Bernardino de Mendoza, que era una persona interesantísima. Fue el gran director de orquesta del espionaje español. Diplomáticamente España fue precursora en muchas cuestiones. Fue la primera potencia con embajadores estables. El primero fue el embajador ante la Santa Sede. Luego se tuvo una embajada en Londres. Todo ese entramado de embajadores lo había creado los Reyes Católicos.

P.Sorprende leer que el escritor Christopher Marlowe participara en estas tareas de espionaje.

R.Era un personaje. Está demostrado que Marlowe fue espía. En la novela me he tomado la licencia de traerlo a Sevilla. A él le encantaba fumar, y en esta ciudad se vendía tabaco.

P.¿La mayoría de edad, en el siglo XVI, se alcanzaba a los veinticinco años? ¿Muy tarde, no?

R.Claro, pero porque los hijos estaban sometidos a la tutela paterna. Es muy normal, en estos años, ver cómo los hijos viven con los padres en la misma casa. Cuando hice la biografía de Ortiz de Zúñiga me di cuenta de cómo su primogénito se queda a vivir en la casa del padre. Aunque se haya casado, da igual. Se le acondiciona una habitación en la casa paterna. Las familias vivían en un espacio común.

Felipe II, probablemente, ha sido el rey más culto que hemos tenido en toda nuestra historia"

P.En el siglo XVI, el siglo del Humanismo y del Renacimiento, ¿la prostitución era un “oficio habitual”, tal como se describe en la novela?

R.Era un oficio regulado, es decir, permitido. De hecho, las casas donde se ubicaba la mancebía de Sevilla eran propiedad del cabildo de la catedral. Es tremendo eso.

P.¿La pintura de El Greco no era del gusto de Felipe II?

R.No le gustaba. No lo entendía. Y era un monarca cultísimo. Probablemente el más culto que hemos tenido en toda nuestra historia. Tenía un gusto exquisito. Felipe II no entendía que el Greco no fuese un pintor al estilo canónico italiano del Renacimiento. Fue un pintor con mucha libertad a la hora de trabajar, y eso choca con un rey que entiende el arte como un canal de propaganda ideológica.

P.En la novela aparece la sombra de Cervantes. ¿Ha visto usted la película de Amenábar?

R.He oído mucho sobre la última de Amenábar (risas). Pero no la he visto. El asunto clave, creo, es qué hizo Cervantes en Argel, es decir, por qué lo perdonan todas las veces en las que se escapa. Pero hay que tener en cuenta que Cervantes, cuando lo capturan, lleva cartas de recomendación de gente muy potente. Por lo que los captores se percatan rápido de que ese hombre vale un dinero, y supone un gran rescate. Por eso lo cuidan tanto. Pero de ahí al episodio de la homosexualidad hay un trecho.

P.Los historiadores no dan mucha credibilidad a ese episodio.

R.Es lo de siempre: estamos tratando de estudiar hechos del pasado con visiones del presente. El presentismo es un error en el estudio de la Historia. Un ejemplo: los romanos veían normal tirar a los niños no deseados a la basura. Y no pasaba nada. El padre de familia tenía poderes de vida o muerte sobre sus hijos. Hay un texto, creo que de Juvenal, que dice que una noche no ha podido dormir por el ladrido de unos perros que estaban disputándose los restos de unos niños que habían tirado al vertedero.

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