Aroma a aceituna y arraigo a la tierra
Juan Antonio Sánchez Cañabate es copropietario de la almazara Labrucena Su vida siempre ha estado "y estará" ligada al campo y a su tierra, Abrucena
El abrucenero Juan Antonio Sánchez Cañabate (31 años) siempre ha estado ligado a la tierra. El campo es su vida. Al hacer un repaso de su trayectoria laboral todo confluye hacia el mismo sector y se resume en un cultivo en particular, el olivar. La aceituna y su 'oro líquido' han dado muchas alegrías a la empresa familiar que regenta junto a su padre, la almazara Labrucena.
"Llevo trabajando la tierra desde que lo recuerdo junto a él. Empecé a estudiar Ingeniería Técnica Agrícola en la Univerdad de Almería pero no terminé la carrera. La dejé para seguir en esto...".
A Juan Antonio le gusta la práctica, el tú a tú con los elementos y el ajetreo de la vida empresarial. Hace seis años tomó las riendas de la almazara del pueblo. Recuerda que por aquel entonces llevaba dos años cerrada y decidieron volver a abrirla renovándola para devolver el olor a zumo de oliva a esa tierra de agricultores que es Abrucena.
"Antes era una cooperativa pero los socios que la llevaban se fueron haciendo mayores y al final acabó cerrando. Estaba en el centro del pueblo y por el cambio de la normativa había que trasladar las instalaciones, así que al final todo se juntó...".
De aquel fin surgió una nueva oportunidad. Junto a su padre, su madre y su novia iniciaron el proyecto familiar en una finca que tenían a unos metros de la entrada del pueblo. Allí construyeron las nuevas instalaciones y comenzaron a molturar la producción de sus propias tierras, la de sus vecinos y, poco a poco, fueron haciéndose un nombre que ha crecido hasta procurarles, hoy día, una vasta clientela que llega desde puntos de toda la provincia. Ahora son muchas las personas que conocen 'Labrucena'.
"En nuestro primer año molimos 300.000 kilos y el año pasado llegamos a los 2,5 millones", cuenta el joven. En cada nueva campaña la evolución del volumen trabajado ha ido en una curva ascendente y, como no puede ser de otra manera, supone un "orgullo" para Juan Antonio. "Ver que a pesar de todo, incluso con la crisis, la empresa va para arriba... es lo mejor, sin duda".
Su trabajo en la fábrica tiene picos de mayor actividad durante la campaña oleícola. En los meses de recolección las jornadas se alargan y hay que compatibilizar la atención al público con la actividad en su propia explotación. "Tenemos una finca pequeña. Da unos 10.000 kilos de aceituna y bueno, tenemos para nuestro propio aceite en casa".
Trabajador incansable, descarta un futuro fuera de su municipio y de sus raíces. "En unos años me veo aquí, espero que la empresa siga tirando hacia delante como hasta ahora".
De forma paralela a su crecimiento profesional, su vida personal también evoluciona y crece. "Me caso este año. Ya tenemos fecha, en junio". Su futura esposa es también compañera de trabajo.
"Lo bueno de trabajar en familia es la confianza. Y en estos tiempos que corren además se arrima más el hombro. La familia siempre trabaja más que alguien de la calle".
La coyuntura económica está haciendo que muchos emigrados vuelvan a las fincas familiares para recolectar la aceituna y tener aceite para todo el año. "Aquí la agricultura es un sector complicado. Da para la subsistencia pero poco más. No es como en los invernaderos... Pero yo me quedo como estoy".
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