Marruecos, ¿aliado o enemigo?
Mientras la UE renegocia el Acuerdo de Asociación con el país norteafricano, los agricultores almerienses se movilizan porque creen que saldrán perjudicados · Intereses cruzados, con la inmigración como telón de fondo, pueden ser la clave
La polémica viene de lejos y estos días se encuentra, más que nunca, de plena actualidad. Las características del vecino del sur, Marruecos, lo sitúan en el epicentro de un debate que le permitiría conformarse como el mejor de los aliados almerienses o, por el contrario, en el peor de los enemigos. Todo depende del cristal con el que se mire.
El país alauita posee grandes parcelas en las que cultivar frutas y hortalizas, a un precio más que asequible, con un clima muy similar al almeriense y una mano de obra muy barata. Los 50 euros de media que cuesta un jornal en Almería contrastan con los 6 euros que se pagan en Marruecos, una cuestión que tiene doble filo: ventajas económicas para potenciales inversores, pero un dilema moral por las connotaciones de explotación de sus recursos humanos.
En plena negociación entre la Unión Europea y Marruecos por la renovación del Acuerdo de Asociación entre ambos territorios para establecer las condiciones de compraventa de sus bienes y servicios, planea de nuevo el fantasma del miedo al país en desarrollo, que cuenta con ventajas competitivas en precio, frente a la posibilidad de establecerse y producir desde allí, aprovechando las sinergias resultantes de dicha acción.
La deslocalización, un eufemismo que, en el caso de los países de Europa del Este no tiene tan mala prensa, en este caso es considerada como una alianza con el mismísimo demonio, a pesar de las evidentes ventajas estratégicas que posee. El almeriense Joaquín Moya-Angeler, presidente de la Corporación Tecnológica de Andalucía (CTA), ya explicó a este periódico hace más de un año el potencial que posee Marruecos para establecer empresas almerienses hortofrutícolas que, aprovechando sus conocimientos y su tecnología, puedan cultivar allí sus productos bajo el denominado modelo Almería, y exportarlos a los mercados internacionales.
De hecho, es conocido por todos la doble moral de algunas empresas que, mientras critican la venta de hortalizas marroquíes incumpliendo las condiciones del acuerdo con la UE, las compran, les ponen su etiqueta y las venden como producidas en territorio almeriense. El dilema marroquí es un complejo laberinto cargado de connotaciones sociales y económicas. Por un lado, la UE está moralmente obligada, mientras que el gobierno alauita tiene la obligación administrativa, de que el país se desarrolle, y acabar con el hambre y la desigualdad social. Un hecho que contribuiría, sin duda, a reducir e, incluso, acabar con la inmigración forzada en busca de 'El Dorado' europeo. Algo que, con la actual crisis y la elevada tasa de paro española, reduciría la olla a presión de la situación laboral y los correspondientes subsidios por desempleo y demás ayudas sociales. Pero este hecho también tiene doble filo. Los gobernantes marroquíes lo saben y pueden utilizarlo como palanca para presionar a la UE en las negociaciones por el nuevo acuerdo, más beneficioso para los productores locales, y perjudicial para los intereses almerienses, para después seguir incumpliendo los mínimos establecidos por la Organización Internacional del Trabajo. Este hecho es el que denuncian las organizaciones agrarias, que consideran que las empresas internacionales que distribuyen los productos marroquíes son las más interesadas en un acuerdo favorable para Marruecos, para ganar aún más dinero a costa del sudor de los mismos.
Sin embargo, la necesidad de desarrollo del país marroquí es evidente y pasa, necesariamente, por las exportaciones, puesto que, aunque una parte importante de su población aún pasa hambre y grandes necesidades, muy lejos de la calidad de vida conocida en los países occidentales, es su única arma, siempre que los gobernantes no se sitúen en connivencia con las multinacionales exportadoras que se llevan los beneficios a sus países matrices, dejando las migajas en territorio local. Para ello, es necesario un equilibrio entre los intereses de unos y otros, sin que la agricultura almeriense sea moneda de cambio entre gobernantes de la UE y marroquíes, ni tampoco lo sean los derechos sociales de los trabajadores marroquíes.
Pero las posibilidades de Marruecos no se centran únicamente en su agricultura. Recientemente, la Cámara de Comercio de Almería acogió la presentación de la sociedad mercantil Ditema, una compañía granadina que cuenta con un macroproyecto que supondrá el mayor parque industrial de África, en el que pueden instalarse las empresas a precio de ganga: seis euros el metro cuadrado. Su enclave geográfico lo sitúa como punto neurálgico y estratégico para el futuro del país marroquí, aprovechando las ventajas económicas de cuantos acuerdos comerciales se establezcan para Marruecos, lo que supone un aliciente exportador muy importante.
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