Bodega Montenegro: El secreto está en sus toneles... y en su tapeo: "Almería es la tierra de la tapa"

Hostelería

Desde 1949, la familia Ibarra despacha con tradición y cariño el mejor vino y las tapas de toda la vida

Bodegas y tabernas castizas de Almería: fogones que "nunca se apagan"

Javier Ibarra, dueño del local, señala un pequeño cartel colgado de uno de los toneles de la bodega.
Javier Ibarra, dueño del local, señala un pequeño cartel colgado de uno de los toneles de la bodega. / Javier Alonso

En sus toneles, en su calamar frito o en el sabor añejo que destilan unas paredes que vieron abrir las puertas a la sociedad almeriense allá por la década de los cuarenta del siglo pasado. Para ser certeros, en 1949. Y para no faltar a la verdad, las paredes todavía no pertenecían a la Bodega Montenegro, puesto que antes pertenecían a una cochera de caballos anexa al local, que José Ibarra decidió ampliar y transformar en lo que hoy es, junto con el Puga, el negocio hostelero más antiguo de Almería.

De hecho, Puga y Taberna Montenegro son primos hermanos. Algo así como el Olympic para el Titanic, con la diferencia de que estas dos tabernas ni Dios podría cerrarlas. Bueno, mejor no tentar a la suerte y digamos que ambas llevan recibiendo clientes desde el siglo pasado y que muchos de éstos ahora vienen con sus nietos a sentarse en las mismas sillas que lo hacían cuando aún eran adolescentes.

Lo cierto es que la Taberna Montenegro, que compartía propiedad entre José Ibarra y Leo Martín, hasta que éste se quedó con el Puga, lleva 76 años ininterrumpidamente levantando su persiana en la Plaza Granero, convertida hoy en un coqueto rincón del casco histórico de la ciudad. Allí Javier, hijo de José, mantiene viva la esencia de ese pequeño gran negocio, que comenzó dando de beber a los pescadores y hoy en día es un templo de la hostelería almeriense. Dejémoslo en templo que no en catedral, para no incurrir en comparaciones con su vecina, aunque dada la calidad de sus tapas bien se merece una denominación más ambiciosa.

El pasado año recibió un Solete Repsol por la calidad de todos sus productos

“Siguen viniendo clientes de toda la vida que tenía mi padre y cada vez más gente joven. Está claro que hemos tenido que innovar, constantemente cambiamos la variedad de tapas y nos vamos adaptando a los gustos”, dicequien entró a trabajar con solo 15 años, limpiando y despachando vinos, y hoy lleva las manijas del negocio. Recuerda perfectamente aquellos tiempos de michirones y habas fritas, que hoy se complementan con lomo al ajo, asadura, lomo a la jardinera, fritura de pescado, calamar en aceite, arroz con pulpo o trigo, entre otros: “Almería es la tierra de las tapas, es nuestra esencia y yo aquí la mantengo y sin cobrar suplemento”, algo que llama mucho la atención a quien no suele tapear en la bodega, dada la calidad de sus productos y la tendencia actual de subir el precio a las consumiciones.

Sentado en el interior de la bodega, observando la historia que desprenden los cuatros allí colgados, a uno se le van los ojos a los toneles tras la barra. Beber buen vino, no es desatino, reza un pequeño cartel que decora uno de ellos, en una clara declaración de intención. “Tenemos vino de Alboloduy, de Jumilla, vermut de tonel... La gente de más edad es la que sigue pidiendo vino de la casa”, asegura Javier en pequeño homenaje a aquellos años en los que la Almedina todavía era barrio de pescadores y éstos subían a tomarse su chato tras venir de la mar: “Antes la gente me pedía un vino, le preguntaba qué querían de tapa y me respondían que más vino”, cuenta con risueña anécdota.

Tonel de vermut, que hace referencia a la historia que atesora la bodega.
Tonel de vermut, que hace referencia a la historia que atesora la bodega. / Javier Alonso

Los tiempos cambian. Aunque la Bodega Montenegro mantenga viva la llama de la Almería de antaño, la evolución de la sociedad le ha hecho adaptarse. Y lo ha sabido hacer. Para muestra, que les concedieron el Solete Repsol en 2024 por la calidad de sus productos [“es algo que voy a hacer siempre, como baje la calidad, esto se viene abajo”] o, sin ir más lejos, aprovechar la reforma de la Plaza Granero para montar ahí una pequeña y muy agradable terraza: “Veo al casco antiguo más animado que antes, de la Catedral hacia la Almedina creo que cada vez hay más vida”.

Justo eso, larga vida a la Bodega Montenegro que mañana volverá a abrir sus puertas con la misma ilusión que el primer día.

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