María Ángeles González: “Con mi primera faena me compré un juego de toallas”
Entrevista
La primera vez que limpió un racimo de uvas tenía tan sólo catorce años y lleva toda la vida viviendo directa o indirectamente de la uva de mesa
La vendimia da ‘buenos caldos’ a pesar del estrés hídrico de la uva en Almería
Mujer rural, pluriempleada, madre de dos hijos y buena amiga de sus amigas. María Ángeles se encuentra al frente, pero como una más, de la limpieza y envasado de su cosecha de uvas, tal y como lleva haciendo desde que la famosa Uva de Barco era el principal motor de la economía de Canjayar. Toda una vida dedicada a esta fruta, que también vende su negocio ubicado en la Plaza de abastos del mismo municipio.
–¿Cuándo fue la primera vez que participaste en la faena de la uva?
-Era bien pequeña, tenía 14 años. Yo salía de la escuela a las cinco de la tarde y me iba a la faena directamente para barrer y adecuar el almacén cuando las mayores terminaban de limpiar la uva. El año siguiente, ya empecé a limpiar racimos y a aumentar el número de horas que pasábamos allí, hasta que se convirtió en un trabajo temporal como lo era el de todas las jóvenes de la comarca. Pocas uvas limpié, eso es cierto, porque pronto pasé a estar en el peso que era donde más se cobraba y lo que verdaderamente me gustaba a mí.
–¿Tu familia también se dedicaba a la uva de barco?
-En esa época, el 90 % de la gente se dedicaba a la Uva de Barco de una manera u otra. Mi padre siempre fue agricultor, y cuando era una niña él era aparcero de una finca en la que cuidaba las parras durante todo el año, para en la temporada de la uva, cortarlas y llevarlas al almacén. Mi madre, de septiembre a diciembre estaba en la faena, el resto del año iba a la vega con él para ayudarle a dar castizo o coger sarmientos. Ahora mi marido y yo ponemos en práctica todo lo que aprendimos en aquella época de nuestras familias y nos dedicamos entre otras cosas a la uva de mesa, que es lo que nos ha dado de comer durante toda nuestra vida.
–¿Se ganaba bien? ¿En qué invertiste tu primer sueldo?
-La faena era uno de los momentos más esperados de todo el año. A todas nos encantaba ir a la faena, y cuántas más horas mejor porque eso significaba más dinero. Lo máximo que recuerdo cobrar eran 164 pesetas al día en el año 1981, pero al principio era mucho menos. Lo primero que me compré fue un juego de toallas y la ropa de las navidades. En aquella época las mujeres íbamos a la faena para ganar algo de dinero que nos permitía comprarnos el ajuar, una máquina de coser, u otros enseres que no podríamos permitirnos el resto del año.
–¿Era un trabajo al que se dedicaban específicamente de mujeres?
-Sí, lo era. Los hombres estaban en la cooperativa haciendo otras labores pero nunca limpiaban la uva ni la empaquetaban, eso era exclusivamente para las mujeres. Pienso que en parte se debía a que era un trabajo muy minucioso y nosotras teníamos más paciencia para ello. También los tiempos han cambiado, ahora mi marido limpia uvas como uno más, aunque diría que con menos agilidad por la falta de práctica.
–¿Qué es lo que tú más se disfrutabas de la faena?
-Lo pasábamos fenomenal. Chistes, risas, bromas, allí nos enterabamos de todos los acontecimientos que ocurrían en el pueblo y en toda la comarca. De ahí salieron grandes amistades, entre ellas las que conservo con las mujeres que ahora me ayudan con mi propio negocio.
–¿Y lo que se llevaba peor?
- Eran muchas horas, y madrugábamos mucho. De hecho, había mucha gente que se levantaba muy temprano y hacía más de 10 kilometros andando para venir a limpiar la uva desde pueblos de los alrededores. Era una época dura, por el cansancio y por todo lo que implicaba estar tantas horas fuera de casa, pero el trabajo en sí era bastante ameno y a veces la campaña se nos hacía incluso demasiado corta.
–¿Tienes algún recuerdo especial de aquella época?
-Me acuerdo que venían los jóvenes a pretendernos a la puerta de la cooperativa, de allí salieron grandes amores. Gracias a la feria de la uva, que se celebraba cada año el 15 de noviembre, conocí a mi marido con el que llevo casada 38 años. Son muchos los recuerdos que se me pasan por la cabeza y las cosas buenas que guardo de la época de vendimia
–¿Cómo ha cambiado el mismo trabajo desde entonces hasta ahora?
-Ahora es totalmente diferente, la faena que nosotras hacemos es un ‘hobby’. Eso sí, para mí es una ayuda muy grande, y sin ellas este negocio no podría salir adelante. porque es imposible que mis dos manos limpien todos los racimos de las 500 parras que tenemos. Pero realmente, nada tiene que ver con cuando esto era un trabajo, había varios almacenes en Canjáyar y la producción era increíble. Por no hablar de cuando la uva se limpiaba en el propio parral, que yo ni siquiera lo he conocido.
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