Olivares de Almería: la encrucijada entre la automatización y la tradición
Comienza, más pronto que de costumbre, una nueva campaña de recogida de aceituna
La aceituna almeriense ya se muele en la almazara: "Este año el aceite está espectacular"
El calor aprieta. Atrás quedaron esos Puentes del Pilar y de los Santos donde hacía frío y llovía en Almería. Ni los bastiones que son las sierras aguantan ya estos eternos anticiclones que si bien son óptimos para el turismo, están dislocando a la agricultura. Y a los agricultores. Incluso a los ciudadanos que ya tienen ganas de comerse unas castañas sin ver que el termómetro del coche supera los 30 grados.
Ese sol que brilla como si no hubiera un mañana, sin una nube en lotananza que lo moleste, ha adelantado la campaña de la aceituna. Por lo menos en la comarca de Sierra Nevada, que se ve verde y resplandeciente tras el color marrón y chuchurrío que mostraba años atrás. La lluviosa primavera pasada dio a los olivos un respiro tras años de sequía y kilos y kilos de pequeños pendientes entre verdosos y negros cuelgan de sus ramas.
La almazara de Fiñana ya lleva días trabajando a todo gas. Los primeros miles de kilos están llegando. En la mañana de este jueves, dos camiones de la finca de Miguel Gallego llegan con más de siete mil kilos cada uno. Se trata de una variedad Arbequina, que cogida en verde conserva mejor sus propiedades organolépticas.
“Es la más habitual para poner en el seto, en el superintensivo, al tratarse de una aceituna mucho más pequeña. Posteriormente nos hablaron de otra variedad, Arróniz, que viene del norte de Navarra. Empezamos con ella hace cinco años o seis años y ahora mismo trabajamos con ambas en un porcentaje de 50-50”, indica el almeriense, que suele tener una producción de unos 90.000 kilos: “En un año normal estaríamos hablando de unos 160 ó 170 mil kilos, pero aquí tenemos mucho problema con el agua. Aunque mi plantación es de regadío, ha llovido muy poco. Primavera es verdad que fue buena, pero el invierno demasiado seco y en junio no ha caído una gota”, se lamenta.
La finca de Miguel es extensa, formada por distintas parcelas que fueron de su familia, por lo que tiene olivos en distintas altitudes. “Tenemos unas 30 hectáreas, unos 70.000 árboles más o menos”, que tiene en régimen de superintensivo: “Es la tendencia actual, que exige un mayor uso de máquinas. No sólo está automatizada la recogida, sino las labores las hace un tractor, los intercepa los hacemos con maquinaria, lo único que no tenemos automatizado es la poda. Aunque hay unos sistemas de discos, nosotros los probamos un año y no nos fue bien del todo. Entonces la poda la hacemos de forma manual, que es relativamente rápida, no tiene mucha demanda de mano de obra”.
Mientras Miguel explica el funcionamiento, la recolectadora va pasando por las filas de olivos, cargando las tolvas que posteriormente pasarán al camión que las llevará a la almazara. “En tres o cuatro días vamos a recoger todo el cultivo. ¡Imagínate si esto fuera tradicional¡”, previsión que bien puede calcular Francisco Aguilera, que esa misma mañana había cogido su vareador eléctrico de batería para empezar a descargar sus olivos.
Desperdicio cero con el olivo
“¿No dicen que del cerdo hasta los andares? Pues con el olivo es lo mismo, no desperdiciamos nada”. A un productor de la sierra le van a enseñar sobre economía circular, no hay nadie que recicle mejor el excedente agrícola que quien tiene tierras. Así, Fran y Miguel aseguran que el aprovechamiento es total, empezando con la madera de la poda, que una vez seca, sirve para la chimenea de las casas (aunque en la capital parezca increíble, en las zonas del interior sí hace fresco por las noches). Lo mismo ocurre con el orujo, que aprovecha la almazara, o con los huesos de la aceituna, que se utiliza como si fuera pelet para encender y mantener un fuego.
“Nosotros empezamos en noviembre y estamos hasta Semana Santa recogiendo”, haciendo siempre un parón el Martes Santo para procesionar con su Cristo del Amor y Nuestra Señora del Primer Dolor en Almería.
La familia Aguilera tiene unas siete hectáreas, con unos 1.500 olivos. “Este año están rebrotando unos que me traje de Níjar, donde se estaban echando a perder. Están chiquitillos pero da satisfacción que pueda darles una nueva oportunidad”, asegura. Por delante, varios meses de trabajo, cargando los fardos y los remolques para llevar a la almazara, para obtener unos 20.000 kilos de aceituna Picual de Abrucena: “Es una variedad específica de esta zona. Se coge todo en verde y tiene una calidad y un aroma que son dignos de mención. Es cierto que el rendimiento es menor en verde, aproximadamente un 15% frente al 25% en maduro, pero el fruto conserva mucho mejor todas sus propiedades”.
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