Banqueros y mecenas: "¿Por gusto o por interés?"

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La historiadora Carmen Sanz Ayán durante su conferencia en Vélez-Blanco.
La historiadora Carmen Sanz Ayán durante su conferencia en Vélez-Blanco. / Javier Alonso

Este miércoles por la tarde se celebró la tercera conferencia de Historia del ciclo del Festival de Música Renacentista y Barroca de Vélez-Blanco. Carmen Sanz Ayán, de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia de la Historia habló sobre “Banqueros-mecenas en la época moderna: gusto o inversión”.

La catedrática en Historia Moderna pretendía dilucidar si las inversiones que hacían los banqueros de los siglos XVI y XVII en mecenazgo “obedecían al propio gusto o tenían que ver con una inversión que al final suponía una capitalización para su negocio”, según sus palabras.

Comenzó hablando de los precedentes, pues ya se daban casos de banqueros mecenas en la Edad Media.

Durante su conferencia, Sanz habló de los diferentes objetivos que buscaban estas personas de negocios con su mecenazgo. “Podían hacerlo para visibilizar su crédito; para visibilizar su piedad, cosa que es muy importante porque se dedicaban a una actividad que era sospechosa de usura y eso era un pecado mortal; y también lo hacían para visibilizar su linaje, ya que eran personas en proceso de ascenso social y querían acceder a la nobleza”.

En este sentido, la historiadora habló de lo que denomina actividad cultural libraria. Los hombres de negocios del siglo XVII no son exactamente mecenas de escritores, según explica Sanz, sino de mercaderes de libros, editores y traductores. “Se editaban libros que estaban dedicados a estos banqueros donde aparecía su flamante escudo de armas y narra la historia mitificada de su linaje, cuando no es un relato directamente inventado”. Así, con el paso del tiempo, una vez perdida la memoria de sus contemporáneos solo quedaría ese relato escrito sobre su linaje.

En conclusión, Carmen Sanz se pregunta si su labor de mecenazgo era por gusto o por otro interés. “No puedo negar que existiera lo primero, porque no tengo ninguna prueba, pero lo que sí tengo es pruebas de que tenían un interés”, dice.

En este sentido, sus inversiones en cuadros, tapices y otras obras de arte eran un seguro económico de su actividad. Por el contrario, “los libros que auspiciaban carecen de valor económico, pero sí simbólico”, finaliza la historiadora.

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