Manuel Carmona cumple 50 años como testigo del teatro en España

Su pasión le ha llevado a ver miles de obras y contar con la amistad de los mejores actores

José Manuel Quesada Joaquina Ortiz Sánchez

17 de diciembre 2017 - 02:31

Su abuelo, Manuel Arcos, gerente de la empresa Sínger en Almería, le aficionó desde muy pequeño al teatro, a la música y al cine. Con las marionetas que le pusieron los Reyes de pequeño organizó sus primeras representaciones teatrales en el comedor de su casa, a las que acudían algunos vecinos de la calle Encantada, junto a Federico de Castro; pero no sería hasta sus estudios de Magisterio cuando, de la mano de Carmen Marín, profesora de literatura, Manuel José Carmona Arcos fundó un grupo de teatro que actuó con gran éxito en la Alcazaba y el teatro Cervantes, que sería el inicio de cinco décadas de pasión por la escena, de la que sigue plenamente enamorado.

Ante la falta de teatro en Almería, en 1967 decidió subir al tren con destino a Madrid para ver su primera obra en la capital, asistiendo a una representación de Concha Velasco, la gran actriz con la que llegaría a establecer una relación de gran amistad. Desde entonces han sido cientos de viajes en los que, además de sufrir la pésima comunicación ferroviaria con la capital de España, ha disfrutado viendo y conociendo personalmente a cuatro generaciones de actores, directores y dramaturgos. A lo largo de esos cincuenta años ha visto la evolución de los grandes teatros a otros más pequeños, pero en mayor número de salas. Tanta era su pasión que un año fue espectador de 150 obras, asistiendo muchos días de la semana y doblando en algunos de ellos.

Ha llegado a ver hasta en once ocasiones 'La piedra oscura', de Alberto Conejero, en diez 'MBIG', una adaptación de Macbeth; y hasta nueve veces 'Carta de amor', monólogo interpretado por María Jesús Valdés, la gran actriz a la que Carmona tuvo el privilegio de traer a Almería junto a Manuel Galiana para ofrecer unos bellísimos recitales de poesía a la Virgen del Mar.

Manuel Carmona destaca la labor de editoriales como 'Antígona' que se han especializado en la publicación de textos teatrales, "porque el teatro no sólo se ve, también se lee", y se le llena el alma de satisfacción cuando en Madrid ensalzan el Auditorio de Roquetas de Mar, "no sólo por el espacio escénico sino también por la gran labor que lleva a cabo su director, Juan José Martín Uceda, y el equipo técnico con el que cuenta". También destaca la enorme valía del dramaturgo almeriense Paco Bezerra y agradece el reconocimiento de Íker Azcoitia. "Es bellísimo y emocionante esta expresión de amor absoluto, pasión por el teatro que Manuel Carmona personifica", ha declarado el actor y director.

La gran sorpresa de los últimos años para Carmona ha sido la gestión cultural que está realizando el Teatro Cervantes, "sin ningún tipo de ayuda oficial, pero con una completa oferta que ha generado una extraordinaria respuesta por parte de los almerienses. Colaborando con ellos, el próximo año quiere traer a Manuel Galiana y al guitarrista almeriense Guillermo Fernández con la representación de 'Y sin embargo te quiero', un espectáculo que después llegaría hasta Terque y Cuevas del Almanzora tras haber triunfado en Madrid.

El 9 de diciembre fallecía Don Manuel Navarro Ponce después de una larga enfermedad de la que en ningún momento ha llegado a manifestar externamente las molestias propias de la misma que, por supuesto, las ha tenido. Ha sido atendido por más de dos años por una cuidadora doña Ruth y su marido don José. Lo han mimado, lo han querido, le han alegrado la vida. Y con sumo cariño han atendido todas sus necesidades, físicas y afectivas, que el Padre Manuel (como ellos le llamaban) ha tenido en su larga enfermedad. Entre los tres se ha creado un vínculo de amistad, de confianza, de cariño y de respeto, envidiable, digno de admiración y de ser tenido en cuenta. Igualmente los sanitarios y todo el personal de Cruz Roja han correspondido, como ellos saben hacer, con profesionalidad y dedicación, para lograr en la medida de lo posible, un mayor bienestar para el enfermo. Se merecen un reconocimiento agradecido.

Sus compañeros sacerdotes también han hecho un hueco en su apretada agenda para visitarlo o hacerle una llamada a lo largo de su enfermedad. Y especialmente en esta última fase de estancia en el hospital de la Cruz Roja. Todos le han llevado su ánimo como amigos. Y sabiendo que la enfermedad estaba muy avanzada, le han dado una palmada en el hombro diciéndole 'adelante Manuel'. Estos gestos él los ha agradecido con una sonrisa y dándoles las gracias.

Don Manuel Cuadrado, actual párroco de la Iglesia de San Sebastián, le ha llevado la sagrada comunión diariamente. Había que presenciar cómo se le iluminaba la cara al enfermo cuando su homónimo aparecía. Todos (mayores y jóvenes) han hecho un esfuerzo para llenar esa soledad que sentía al tener que enfrentarse a sus últimos días entre nosotros.

No quiero olvidarme de las monjas, sus amigas,a las cuales él admiraba y le han correspondido haciéndose presentes. También han hecho un hueco en sus tareas para visitarlo, los encargados de la parroquia de Chirivel, pueblo natal de D. Manuel Navarro. Ese gesto él lo recibió con muestras de agradecimiento, de cariño y con una sonrisa entrañable.

Otro tanto hay que decir de los feligreses y amigos de la parroquia de San Sebastián, que han sentido su pérdida. Y de Viator, parroquia donde ejerció su ministerio sacerdotal durante más de treinta años y donde él ha querido que descansen sus restos, junto a los de sus padres y hermana. Las gentes del lugar le han querido y le han manifestado sobradamente su aprecio. Él también los quería. Siempre ha habido una relación mutua de cariño y de amistad.

Pero algo tenía que faltar para que todo esto no fuera tan perfecto. Porque D. Manuel se nos ha ido sin una visita, ni siquiera una llamada de su superior eclesiástico, el Señor Obispo. El enfermo la anhelaba con toda su alma. Se entristecía y con ojos llorosos recordaba sus setenta y cinco años dedicados a la Iglesia y echaba en falta la falta de ese reconocimiento y de una palabra de ánimo por parte de quien ha sabido respetar y considerar siempre como un superior a lo largo de su vida sacerdotal.

Es verdad que hay momentos en los que hay que sobreponer los sentimientos a las obligaciones propias del cargo. Pero también hay que saber hacer un alto y establecer prioridades. Sé que hasta el día anterior a su muerte estuvo esperando la presencia de tal ausencia. Aún sabiendo que los reconocimientos están mejor en vida, añado algo de mi propia cosecha: 'después de la muerte lo que se haga pierde valor, porque incluye la dimensión de cumplidos sociales; que son importantes, desde luego, pero no tanto'.

Pido perdón a Don Manuel Navarro por hacer pública esta queja que él nunca hubiera hecho porque su estilo de ser y de sentir era de otra especie. Aunque no es de estricta obligación visitar a un enfermo determinado, en este caso sí que habría un deseo expreso del enfermo que no se cumplió por razones que yo no alcanzo a entender, pero que él deseaba de todo corazón. No me considero idónea para hacer una valoración de su vida sacerdotal. Pero por lo visto y oído a personas de criterio, a feligreses cualificados ya sus paisanos, hay una coincidencia unánime: 'ha sido una gran persona, ha ayudado a todo aquel que lo necesitaba y, hasta el último momento de su vida ha sabido donar con generosidad, caridad cristina y realismo para que alcancen a gentes desfavorecidas. Estos son los sentimientos, pensamientos, afectos y pesares que en tan doloroso trance he experimentado y que con mis torpes palabras expongo a la consideración de los lectores.

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