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Eran las nueve y media de la noche cuando los músicos de la Orquesta di la Strada salieron a la calle para comenzar su actuación. Sí, a la calle. Porque el objetivo fundamental de esta joven formación andaluza es acercar la música clásica al público y qué mejor forma que romper la solemnidad de una actuación que dando la bienvenida a los asistentes desde la puerta del Teatro Apolo.
Poco a poco, fueron tomando el camino por el patio de butacas hasta completar el escenario. Seis violines, dos contrabajos, una flauta travesera, un saxofón, una guitarra española y percusiones de todo tipo para revisar un repertorio que, dentro de su clasicismo, se tornó como jóvenes y vigorosas creaciones.
No estuvieron solos. En muchos de los temas, sobre todo "el tramo español", como ellos definieron, con piezas como Asturias, la Carmen Suite nº1 de Bizet o la suite Española op. 47 de Albéniz, estuvieron acompañados del baile sentido y profundo de Triana, que puso más arte sobre el escenario. Todo ellos después de la brillante apertura con una bouree anónima del siglo XVII y el Concierto en G Menor RV 157 de Vivaldi.
Tras ese viaje por lo nuestro, la formación pasó a piezas más heterogéneas, como Pavana para una infanta difunta de Ravel o el St. Paul's Suite de Gustav Holst. Los momentos más divertidos de la velada vieron con una versión imponente de La Danza Húngara nº5 de Brahms, con una percusión muy jazzística, y con una marcha turca que levantó aplausos y sonrisas entre todo el público. Entre ellas, el esperado Fandango, de Luigi Boccherini, obra que da título a este espectáculo. Donde brillaron castañuelas, cajón flamenco, improvisación de flauta y baile, en un espectáculo lleno de vida.
La Orquesta di La Strada puse el broche a su actuación tal y como empezó, sorprendiendo de nuevo al público que ya se despedía en los aledaños del Apolo, con una nueva pieza. Una original forma de culminar una notable noche.
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