El baile arrebatador de Suleima

Crónicas desde la ciudad

Denise Guillén, ministra de Turismo de la República de Panamá, gozó en El Morato de su primera experiencia flamenca en directo. Vivido y gozado en su máxima expresión de espontaneidad y cercanía

Suleima ofreció una noche inolvidable en El Morato.
Antonio Sevillano

11 de junio 2024 - 05:13

Suleima fue arropada por tres artistas de calidad contrastada en el cante, guitarra y percusión

El baile: la vida.

El baile es el fuego,

el baile es la luz,

la pasión y el juego

(Ortíz Nuevo)

Conviene saber que en principio fue el Baile. Con el aderezo de guitarras, laúdes, pandero y cascabeles. Pero después los divés del flamenco pensaron: no es bueno que el Baile esté solo. Y crearon el Cante. Estébanez Calderón ya lo explicitó en su referencial “Escenas Andaluzas (Un baile en Triana), 1847)” y corrobora Demófilo (padre de los Machado). Aunque ambos no llegaron a vislumbrar la grandeza de la danzante española más internacional de su época: la almeriense Carmen Doucet, nacida en Las Almadrabillas y pionera de dicha disciplina en pasar a la historia por protagonizar la primera película sonora de la Cinematografía mundial, filmada por el inventor Thomas A. Edisson en 1902. Por tanto, quien piense que en nuestra tierra el baile anda a la zaga del arte andaluz por excelencia, está muy confundido. Muy atrás, en la memoria milenaria habían quedado las puellae gaditanae que marchaban a Roma contratadas por personajes influyentes o las leilas y zambras moriscas. Finalmente, el siglo XIX será el de su desarrollo exponencial en el seno familiar, salones populares y burgueses (escuela bolera), teatros y cafés cantantes.

Tras el introito, vayamos a la cita que justifica esta crónica. Al éxito sin paliativos de la joven Suleima. Arropada “atrás” por un grupo de profesionalidad contrastada: Niño de las Cuevas (cante y guitarra), Antonio de Quero (guitarra) y Moi Santiago (percusión). Espontaneidad y pasión, sensualidad y elegancia son sus señas identitarias. Y trabajo. Mucho trabajo desde que prendió la llama vocacional, debida, quizás, a la afición de sus abuelos maternos (José y Pepa) por la Copla y el Flamenco. Siendo una cría de 5 años su madre, Mª José, la inscribió en la academia de Chelo Ruiz y una década después la hizo socia del Morato. Es el momento y ocasión de optar profesionalmente por el baile. Después vendría el continuado aprendizaje con diversos maestros: Pastora Galván, Antonio Canales, El Farru, Juan de Juan, La Lupi, etc. (el amigo Rafael Márquez ampliaba el listado en Ideal). Cabe destacar la titulación otorgada por la Cátedra de Flamencología de Mariquilla y la beca concedida para estudiar en Granada y condición de eficaz profesora en las academias de danza de Ana Alonso y Chelo Ruíz.

Con la de Chelo, ha colaborado este domingo en la final del prestigioso concurso “Híspalis”, de Sevilla, en el que presentaron cuatro grupos de distintas edades: Sembraítas, Solera, Esencia y Derroche Flamenco. Sería prolijo señalar todas y cada una de sus actuaciones en auditorios, tablaos, eventos varios y peñas capitalinas y provinciales; o bien, últimamente, en la sevillana y afamada “Torres Macarena”. Admiro y me precio de la amistad de la inmensa mayoría de sus compañeras, pero es cierto que siento debilidad por tres paisanas, entre ellas Suleima. Es mi opinión y así la expreso, libremente. Aunque ello conlleve cierta carga de subjetividad, procuro ser ecuánime en el juicio tras décadas de aplaudir a las más grandes: de Matilde Coral y Manuela Carrasco a Sara Baras, por ejemplo. En caso contrario me ahorraría la crónica.

Con el aforo al completo, como es habitual en el Morato, su presidenta, Lola de Quero, ejerció de anfitriona dándole la bienvenida a una invitada especial: Denise Guillén, ministra de Turismo de la República de Panamá, en visita privada a la ciudad. Y seguidamente, tras recibir un obsequio, dio comienzo el espectáculo por seguiriyas, con una Suleima bellamente ataviada (tres vestidos lució en la noche). Estilo que abordó con la sobriedad y dramatismo requerido. Erguida y sin descomponer la figura en ningún momento. A este le siguió el genuino taranto almeriense rematado por tangos y, en la segunda parte, una soleá solemne en intensa. En todos ellos al dictado de la voz, sonanta y percusión del grupo, cautivó al auditorio ajustándose a los cánones de ambos “palos”: zapateando con fuerza, giros veloces y seguros, braceo sutil y desplantes altivos... Suleima atesora un don que ni se adquiere ni se aprende: la capacidad de emocionar. Enhorabuena, niña.

Es de justicia subrayar que el éxito fue compartido por el trío en solitario. Primero con unos rítmicos tanguillos dedicados -era de obligado cumplimiento- a la embajada centroamericana. Niño de las Cuevas prosiguió con una tanda de fandangos de Huelva de excelente factura, más una selección de rumbas y cantes de ida y vuelta. El brillante colofón recayó en la bajañí de Antonio de Quero (y el percusionista Moi Santiago a su vera) por bulerías rayanas en la excelencia iniciada con notas de J. S. Bach y rematadas en homenaje a Paco de Lucía: sensibilidad, afinamiento, vertiginosa velocidad de ejecución, falsetas evocadoras de tocaores añejos... ¡La ovación final debió escucharse hasta en el Canal que une a los océanos Atlántico y Pacífico! Salud, suerte y gracias por la velada.

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