091 hizo un concierto de emociones en su regreso al Maestro Padilla

La banda granadina agotó las entradas en el Auditorio y desgranó lo mejor de su sólido repertorio tras 20 años de ausencia

El grupo 091 durante su actuación el pasado viernes en el Auditorio Maestro Padilla.
D. Martínez

20 de marzo 2016 - 05:00

La felicidad sobrevoló el viernes el Auditorio Municipal Maestro Padilla en un concierto impensable hace tan solo unos meses. Dos décadas después de decir adiós, 091 hacía escala en Almería. Entradas agotadas desde días antes y una expectación y ganas máximas solo con ver que más de un tercio de los asistentes portaban camiseta de la gira actual de la banda, vinilos, discos.

Una entrega total que fue recíproca sobre las tablas del escenario por parte del quinteto. El mismo que registró aquel concierto revivido tantas vences. Los dos de Maracena. José Ignacio Lapido y Víctor Lapido a las guitarras, Tacho González a la batería, Jacinto Ríos al bajo y José Antonio García a la voz.

Y, sin prisa, pero sin pausa, se marcaron 26 canciones en poco más de dos horas. Con precisión maquinal, como si no llevaran 20 años sin tocar juntos. Siempre con una leve distancia de elevación en la puesta en escena, con una sobriedad tanto en las formas como en lo material, y con escasa comunicación entre el quinteto, la banda hizo lo que verdaderamente era lo importante, interpretar a la perfección las sólidas y certeras canciones que pueblan sus siete discos de estudio.

Expresivo y gráfico en los rasgueos rítmicos y de precisión milimétrica en los solos que pueblan todas las canciones con su Gibson SG, Lapido demostró por qué es uno de los grandes, por más que el gran público considere difícil su carrera en solitario. Su hermano, Víctor, tuvo un papel más comedido, si bien bordaría alguno de los solos de temas insignias de la banda como La vida qué mala es o La noche que la Luna salió tarde. Mucho más discretos Tacho González y Jacinto Ríos, pero importantes, dando el necesario confort de seguridad a la banda en la que José Antonio sigue manteniendo esa identidad macarrónica tan acusada.

Arrancaron a la vieja usanza, con la instrumental Palo Cortao que se enlazó en plena rampa de lanzamiento con la hedonista Zapatos de piel de Caimán que dejó claro al público que aquel concierto no iba a ser para estar sentado.

Así se sucedieron el blues de cariz stoniano Debajo de las piedras, El lado oscuro de las cosas donde brilló el lumínico solo doblado de los hermanos Lapido, el medio tiempo Tormentas Imaginarias y ese reconocimiento encubierto a Iggy Pop que es la andariega Nada es real, o con la compacta y de estribillo aprehensible En el Laberinto.

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