La energía joven que mantiene vivo al Festival de Vélez Blanco
Este año, entre coordinadores y voluntarios, hay un grupo de 15 personas que dedican parte de su verano al festival: Alba, Victoria y Nina son las nuevas incorporaciones
Los alumnos más fieles al festival de Vélez Blanco: repiten cada año
Cada verano, el Festival de Música Renacentista y Barroca de Vélez-Blanco transforma este rincón del norte de Almería en un escenario vivo. Pero detrás de cada concierto impecable, cada cambio de atril, cada programa repartido al público, hay un equipo de jóvenes que se mueve con discreción pero eficacia, como el engranaje invisible que hace posible que la maquinaria funcione. Son los voluntarios del festival: chicos y chicas de entre 15 y 33 años que no solo se involucran, sino que lo hacen con una mezcla de profesionalidad, alegría y un sentido de comunidad admirable.
Algunos llevan más de una década dedicando parte de su verano al festival, mientras que otros se han incorporado este mismo año. Son los casos de Nina Díaz —que ya lleva tiempo como alumna del curso de viola da gamba—, Alba Benedicto —una joven pianista del pueblo— y Victoria Novak —hija de la mezzosoprano y profesora de canto Marta Infante—.
El equipo del festival
Coordinación
- Diego Gázquez
- Ana Martín-Gaitero
- Helena Martínez
- Ignacio Martínez
Voluntarios
- Mario Alesina
- Alba Benedicto
- Sonia Díaz
- Nina Díaz
- Lidia Gázquez
- Belén Gázquez
- Noelia Gázquez
- Ana Navarro
- Victoria Novak
- Sofía Vélez
- Inés Zapico
El trabajo que realizan estos jóvenes va mucho más allá de repartir entradas o acomodar al público. Preparan materiales para las clases magistrales, ayudan en la logística de los conciertos, montan y desmontan escenarios, organizan instrumentos, traducen cuando hace falta, mueven mobiliario… y siempre están listos para resolver cualquier imprevisto. Lo hacen con eficiencia, pero también con humor y compañerismo, compartiendo horas de trabajo que, para muchos, se acaban convirtiendo en recuerdos imborrables.
La mayoría se involucra desde edades muy tempranas, animados por familiares o amigos. Con el tiempo, el compromiso crece y el vínculo con el festival se hace más fuerte. “Al final, esto no es solo un evento cultural. Es una familia, una escuela de vida”, explica Helena Martínez, que ha visto pasar generaciones de voluntarios y cómo muchos de ellos han acabado estudiando o trabajando en ámbitos relacionados con la música o la gestión cultural, como ella mismo.
En tiempos en los que el voluntariado juvenil a menudo se asocia con experiencias puntuales o proyectos académicos, lo que ocurre en Vélez-Blanco es una excepción inspiradora. Estos chicos y chicas no están aquí por obligación, sino por convicción. Les mueve el amor por la música, la cercanía con el pueblo, y las ganas de formar parte de algo más grande. Y aunque para ello tengan que emplear parte de sus vacaciones estivales, como se dice, sarna con gusto no pica.
Los empleados municipales, otro pilar fundamental
Otra parte de ese trabajo que no se ve durante los conciertos pero que es fundamental es el que realizan los empleados del Ayuntamiento de Vélez Blanco. Son los miembros del equipo técnico y de producción que cada jornada del festival trabajan a destajo para preparar los diferentes escenarios y que los músicos luzcan mejor durante sus actuaciones. Son Antonio José Merlos Martínez, Pedro Martínez Jiménez y José Luis Navarro Gallardo.
Cada mañana tienen que desmontar el escenario del día anterior y mover luces y cables hasta el de la siguiente noche. Si hay que llevar un instrumento de un lugar a otro, allí están ellos. Si hay un problema con el proyector del teatro, también. En definitiva, sin ellos sería imposible el desarrollo del festival.
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