La grandeza del secundario de oro

Manuel Alexandre fallece a los 92 años de cáncer dejando tras de sí una de las carreras interpretativas más valiosas del cine y el teatro españoles · Goya de Honor, poseía también la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio

Manuel Alexandre en una de sus últimas visitas a Granada, una de sus ciudades predilectas.
Mateo Sancho Cardiel (Efe) / Sevilla

13 de octubre 2010 - 05:00

Manuel Alexandre fue el actor que siempre estuvo allí, nutriendo con magistral discreción los mejores títulos de la cinematografía española, desde Bienvenido Mr. Marshall a El bosque animado, y sintetizando con un gesto las bondades del hombre humilde y la sabiduría emocional del iletrado. "He hecho 312 películas y siempre me lo he pasado muy bien. En mi profesión me ha gustado hacerlo todo muy sencillo pero muy distinto", reconocía hace un año. Sencillez, discreción y ductilidad fueron adjetivos que se ajustaban al que, por justicia, se convirtió en uno de los mejores robaescenas del cine español y que ayer falleció en Madrid, a los 92 años, debido a un cáncer. La capilla ardiente se instalará hoy en el Teatro Español, donde el actor actuó por vez primera a mediados de los años 40.

Alexandre, como toda una generación de grandes rostros del cine español, había cambiado la calidad de secundario por la de imprescindible, convirtiéndose en un factor común que hila los clásicos nacionales más destacados. Y así, para toda una generación, y también a través del teatro y la televisión, se convirtió en esa presencia habitual que no se sabía si estaba en la pantalla o sentado en la mesa a la hora de comer. "En España no se puede elegir papeles porque si no se pasaría mucha hambre", explicaría este actor que participó en muchas comedias de las apodadas españoladas o cintas colindantes con el destape como Tocata y fuga de Lolita.

Comenzó estudios de Periodismo pero la Guerra Civil española interrumpió su formación. Finalizada la contienda, dio clases de declamación en el Conservatorio de Madrid, compartiendo aula con Fernando Fernán Gómez y Rafael Alonso. "Yo soy actor por Fernando Fernán Gómez. Lo decidí cuando vi a mi amigo recitar unos versos en la escuela de Carmen Seco. No había visto nunca a nadie antes leer así poesía. Desde entonces yo ya no recito", aseguraba.

Fernán Gómez contó con él para títulos como Pesadilla para un rico o Fuera de juego, y compartieron el éxito de la serie de televisión Los ladrones van a la oficina, pero quien le dio la oportunidad de aparecer por primera vez en una pantalla fue otro esencial de su trayectoria: Luis García Berlanga. Bienvenido, Mr. Marshall fue su triunfal debut, al que siguieron clásicos como Calabuch, Los jueves, milagro y Plácido, pero también títulos más turbios del director, como Tamaño natural o sus últimas películas: Todos a la cárcel y París-Tombuctú.

Y el trío de ases que ayudó a conformar el suculento patrimonio cinematográfico de Alexandre lo completó José Luis Cuerda, quien sacó jugo a la gentil veteranía del actor en los años 80 y 90, en películas como Amanece que no es poco, Así en el cielo como en la Tierra, El bosque animado y La marrana.

Mientras, otros maestros como Juan Antonio Bardem -en Calle mayor o Muerte de un ciclista-, José María Forqué -Atraco a las tres-, Miguel Picazo -Extramuros- o Mario Camus -El prado de las estrellas- contaron con su calidez actoral.

Curiosamente, después de esta deslumbrante carrera como intérprete de reparto, en los últimos años afrontó papeles protagonistas como el de El ángel de la guarda, o los romances otoñales de Primer y último amor, de Antonio Giménez-Rico, o Elsa y Fred, por la que optó al Goya al mejor actor principal.

Su infatigable ritmo de trabajo no descendió en el siglo XXI: títulos destacables de este período son El caballero Don Quijote, de Manuel Gutiérrez Aragón, Cabeza de perro, del sevillano Santiago Amodeo, Incautos, de Miguel Bardem, o ¿Y tú quién eres?, donde interpretó a un enfermo de alzhéimer a las órdenes de Antonio Mercero y junto a José Luis López Vázquez. Su última gran interpretación la ofreció encarnando a Francisco Franco en la serie de televisión 20-N, con guión de Antonio Onetti y Lorenzo Silva.

Pero él siempre se sintió un hombre de teatro. "No suelo ir al cine, lo que me gusta de verdad es el teatro, una rareza de un hombre joven como yo", reconocería en sus últimos años de vida. Sobre las tablas representó títulos como Luces de Bohemia, Madre coraje y sus hijos, con la compañía de Lluís Pascual, así como la versión teatral de Atraco a las tres. Gracias al mítico Estudio 1, también colaboró en la difusión televisiva de grandes obras teatrales como Eloísa está debajo de un almendro, La venganza de Don Mendo o La fierecilla domada.

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