Para una mirada romántica

El Thyssen de Málaga celebra el 200 aniversario del pintor sevillano Manuel Barrón y Carrillo con una instalación que reúne ocho de sus paisajes

La directora del Museo Carmen Thyssen, Lourdes Moreno, ante 'Puerto de Málaga' (1847), de Manuel Barrón y Carrillo.
Pablo Bujalance Málaga

07 de enero 2015 - 05:00

En el debate sobre si hubo o no hubo un verdadero periodo Romántico en España, la figura del pintor sevillano Manuel Barrón y Carrillo (1814-1884) merece un lugar destacado, por más que la historiografía del arte le haya reservado (al igual que a muchos de sus contemporáneos) un lugar cuanto menos discreto en su Parnaso. La Colección Carmen Thyssen cuenta en sus fondos con una notable representación de sus paisajes, y ahora el museo malagueño beneficiario de la misma reúne en una instalación que ocupa parte de la primera sala reservada a la propia colección ocho cuadros representativos de la obra de este artista. El Museo Carmen Thyssen ha decidido celebrar así el 200 aniversario del nacimiento del pintor y reivindicar de paso a uno de los autores preferidos de Carmen Thyssen y más mimados en las diversas reordenaciones de la colección permanente del museo malagueño: siete de los cuadros presentes en esta instalación han podido verse hasta ahora, de hecho, colgados en las paredes del centro prácticamente desde su inauguración; mientras que el octavo, Paisaje rondeño con bandoleros (1856), forma parte de las últimas adquisiciones de la baronesa.

Manuel Barrón y Carrillo vivió en una Sevilla que disfrutó de un importante crecimiento económico, especialmente tras la llegada del ferrocarril, y sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX. Fue discípulo de Antonio Cabral (también presente en la Colección Carmen Thyssen), aunque, si éste destacó sobre todo como retratista, el registro propio del costumbrismo andaluz de la época, Barrón se decantó pronto por el paisaje, "con lo que demostró bien pronto su inclinación por el Romanticismo", tal y como explica la directora artística del Museo Thyssen de la capital costera, Lourdes Moreno.

Barrón y Carrillo disfrutó del reconocimiento artístico, pero también social: se incorporó como profesor a la misma Escuela de Bellas Artes de Sevilla en la que se había formado entre 1828 y 1835 (y que llegaría a dirigir posteriormente) e impartió allí clases a los hermanos Bécquer y a Enrique Romero Barros, padre de Julio Romero de Torres, entre otros. Sevilla ofrecía por tanto un marco de placidez y seguridad al artista, pero su mirada quiso extenderse a otros rincones de Andalucía. Así, entre las ocho obras reunidas ahora en esta exposición que puede verse hasta el próximo domingo destaca Puerto de Málaga (1847), un cuadro inspirado en un grabado de Alexandre de Laborde que presenta una singular panorámica de la ciudad, con algunos detalles añadidos de la propia cosecha del artista; Vista de Cádiz (1854), donde subraya Barrón "la importancia de la ciudad como metrópoli de las colonias americanas en el siglo XVIII", según Lourdes Moreno; y, de nuevo en Sevilla, Vista del Guadalquivir (1854), en el que introduce la distinción social entre la alta burguesía y los humildes que acuden a pescar al río.

Sin embargo, el motivo en el que Barrón y Carrillo encuentra más argumentos para su menester romántico es el de los bandoleros, del que da buena cuenta en varios paisajes rondeños, como el citado Paisaje rondeño con bandoleros y el que se ha convertido en verdadero emblema del Thyssen de Málaga, Emboscada a unos bandoleros en la Cueva del Gato (1869). En este sentido, Moreno apunta dos cuestiones: la primera es que, si bien no hay evidencias de que Barrón estuviese en Málaga alguna vez (el grabado de Laborde pudo haberle bastado como modelo para culminar su proyecto), resulta más que probable, aunque tampoco haya evidencias documentales, que el artista sí visitase Ronda, dada la cantidad de detalles recreados en caminos, montes y recodos, "imposibles de reproducir en la época si no se observaban de primera mano".

La segunda tiene que ver con otro cuadro de Barrón ambientado en el mismo enclave, Contrabandistas en la Cueva del Gato, conservado en el Museo de Bellas Artes de Sevilla; y Lourdes Moreno se explica: "En ambos cuadros la escena es prácticamente la misma. Los personajes se muestran casi en la misma posición, sin cambios. Lo que cambia, curiosamente, es la cueva, como si de alguna forma tuviese vida propia y fuesen los personajes los que se mantienen estáticos en el tiempo". Este rasgo responde, como señala también Moreno, a una idea de poderosa adscripción romántica sobre la preeminencia de la naturaleza, por más que el suceso representado revista tales connotaciones costumbristas. He aquí, en fin, un Romanticismo español por descubrir.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último