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Una moda inalterable al paso del tiempo

Ricardo Castillejo

09 de abril 2009 - 05:00

Parece que su origen se remonta a la época de los íberos, cuando era costumbre que las mujeres cubrieran su cabeza con mantos o velos. Sin embargo, su uso se extiende durante el siglo XVIII, estampa de la que tenemos constancia en numerosos cuadros de la época de artistas como Francisco de Goya. Más tarde, la apuesta pública que por ella hace Isabel II termina de consolidarla si bien, inmediatamente después, su presencia comienza a limitarse a acontecimientos sociales y culturales como, por ejemplo, la Semana Santa.

Ahí se mantiene la tradición, cada Jueves y Viernes Santo, de lucir mantilla para la visita a los sagrarios de las iglesias, recorrido a lo largo del que, durante la mañana de estas jornadas, muchas fieles se dan cita. Sin embargo, como no resulta una labor nada sencilla, he aquí siete sabias claves apuntadas al respecto por diferentes expertos.

Afirman los estilistas que, como truco para una sujeción buena y con suficiente holgura, existen dos posibilidades: O se ladea la cabeza hacia el lado izquierdo -y se sujeta la mantilla sobre el hombro derecho-, o bien se realiza al contrario.

En general, las blancas -u otras tonalidades claras-, son apropiadas en celebraciones luctuosas y, las negras, para citas investidas de mayor seriedad como los funerales o, en nuestro caso, los días de marcado carácter religioso.

Tres son los más comunes. A saber; blonda, encaje de seda cuyas ondulaciones bordadas han sido bautizadas como "puntas de castañuelas"; chantilly, proveniente de esta ciudad francesa, y tul, tela delgada y más económica que se emplea en imitaciones de las anteriores.

Constituye un elemento ideal para asegurar el peinado y debe ir acorde a la altura de la usuaria y a la de su acompañante. Por otro lado, las mejores son las de carey y resultan indispensables para engrandecer el impacto visual de las mantillas.

"No debe optarse por escotes demasiado grandes ni mangas cortas puesto que se trata de ir a rezar y a pedir por Cristo. El largo va desde la media pierna a otros mayores y, aunque a mí me gusta el terciopelo, por el calor se opta por otros materiales como el raso", apunta el diseñador Tony Benítez acerca de la cuestión. En cuanto a los complementos, el consultado apuesta por corales o pequeñas perlas que no resten protagonismo ni formalidad al conjunto.

Por una dispensa Papal, sólo las reinas de España y Portugal pueden vestir una mantilla blanca frente al pontífice y, puesto que en el país vecino no existe monarca, esta medida queda reducida a Doña Sofía.

Ni flores, ni claveles. Zapatos de salón en negro. Pelo tirante y moños bajos, tipo bailarina, recogidos con horquillas. Son el resto de elementos a tener en cuenta si no queremos fallar a la hora de materializar esta manifestación popular de una moda inalterable al paso del tiempo.

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