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Soy argentino. Llevo en España veintipico de años, más de la edad que tiene Vinicius. Soy sudaca. He vivido, visto y presenciado diferentes momentos y circunstancias de la vida cotidiana. Si usted me pregunta acerca de si España es un país racista, la respuesta es no. El presidente del Almería es árabe. No pasa nada. Si alguien me pidiera opinión, diría que en España, al igual que en Argentina, Chile, Brasil, Francia, Inglaterra, India o Marruecos, viven idiotas que se creen superiores a los demás y lo justifican en la raza o el color de la piel.
En Europa he descubierto que el racismo es una justificación de la imbecilidad humana. Pongamos la situación al revés. Un payo o una paya se quiere casar con un gitano, un musulmán o un japonés. Haga la prueba con un judío o una judía. Tendrá, en general, que presentar pedigrí de pureza. Como español que usted es y se siente, súbase al tren en Londres o en Alemania. Habrá gente que creerá que usted está allí porque ha ido a quitarles el trabajo. Podríamos llamar a eso racismo. Aquí le dicen así. Tal vez sea nacionalismo, a lo mejor clasismo, seguramente ignorancia. Punto. Mamarrachos hay en todos lados y en los espectáculos de masas, por lógica, muchos más.
En un estadio de fútbol, la estupidez está contemplada. Guti maricón. Piqué, Shakira tiene rabo. Insultos, banderas con el pollo en el medio, aprendices de nazis. Toda esa jungla cohabita en un campo de fútbol escondido entre la multitud. Los negros provocadores son los de los otros porque los nuestros son nuestros. Es más un problema de ellos o nosotros. Es la guerra simulada. Mire la alineación de Francia, Alemania o Bélgica. Puros, puros hay pocos o casi ninguno.
Mire la alineación del Real Madrid o el Barcelona, solo por poner un ejemplo. De los de casa, hay pocos. Otra discusión sería preguntarse, quiénes son los de casa, pero eso es para otro día. Los insultos a Vinicius, claro que son racistas. Un puñado de energúmenos haciendo el imbécil. Los mismos que le pedirían una foto si se lo cruzaran en un bar. Ahora, si Vinicius va a mi barrio a besarse el escudo, seguro que no le tiran con flores. Esa vacilada, esa falta de respeto, que no justifica lo demás, también está aceptada en el mundo del fútbol.
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