Un año de la partida de un almeriense ejemplar

23 de agosto 2025 - 03:11

Con el corazón lleno de recuerdos, de emociones encontradas, y también de gratitud. Hace exactamente un año que nuestro hermano, Gabriel Gálvez Estrada, partió de este mundo, dejando un vacío inmenso en nuestras vidas… pero también una huella imborrable en nuestros corazones. Gabriel fue un hombre bueno, amable sin buscar reconocimiento, servicial sin esperar nada a cambio, generoso incluso en el cansancio. Era de esas personas que uno tiene la suerte de cruzarse en la vida… y que nunca se olvida.Su vida era sencilla, pero profundamente rica: amaba, servía, se entregaba. Como esposo, fue compañero fiel de María, con quien compartía un amor auténtico, de esos que se notan en la mirada, en los gestos cotidianos, en el respeto mutuo. Como padre, fue un ejemplo silencioso pero constante para Valentina, su niña adorada, a quien acompañó con ternura, con fuerza y con una entrega total.

Gabriel fue un servidor en el sentido más auténtico de la palabra. Nunca esperó reconocimiento, ni buscó aplausos. Él ayudaba porque sabía que era lo correcto. Porque sentía que la vida tenía sentido cuando uno se entrega a los otros. Recordamos especialmente su labor en la Federación Almeriense de Asociaciones de Personas con Discapacidad física y orgánica, conocida por las siglas FAAM, donde repartía comida a domicilio a personas que lo necesitaban. No era solo un acto de dar alimento: era un acto de dar dignidad. De llegar con una sonrisa, con una palabra amable, con esa calidez tan suya que no se podía fingir. Quienes recibían esa ayuda no solo recibían un plato de comida… recibían consuelo, esperanza, respeto. Muchos de ellos aún recuerdan su rostro, su trato, su eficiencia. Porque Gabriel organizaba cada detalle con responsabilidad, con ese compromiso silencioso que hablaba más que mil discursos. Era un hombre ordenado, práctico, eficaz. Todo lo hacía con cuidado, con entrega. En su trabajo, en su servicio, en su hogar. Y en medio de su eficiencia, nunca perdió la ternura. Siempre estaba dispuesto a escuchar, a acompañar, a tender la mano. Ese fue Gabriel. Un servidor silencioso de Cristo, encarnado en cada persona necesitada. Como padre, fue un ejemplo constante para su hija Valentina.

Un modelo de bondad, de esfuerzo, de fe. La cuidó, la formó, la acompañó. Y estoy seguro de que, aunque ya no está físicamente, su voz sigue viva en su corazón. Y sí, su partida fue dura, repentina, injusta quizás a nuestros ojos humanos. Pero también fue una oportunidad para descubrir cuánto amor sembró Gabriel a lo largo de su vida. En este año, hemos escuchado tantas historias, tantos gestos suyos que marcaron a quienes lo rodeaban. Un consejo, una mano tendida, una palabra oportuna. Gabriel vivía para los demás, sin hacer ruido, pero dejando luz a su paso.

Hoy no venimos solo a llorar su ausencia, sino también a celebrar su vida. A dar gracias por el regalo que fue su paso por este mundo. A recordar con alegría sus risas, sus abrazos, sus enseñanzas. A abrazar a su familia, a sus padres, a sus hermanas Carmen y Paqui, a su alma gemela María y la parte más importante de su vida y corazón Valentina, que hoy siguen caminando con la dignidad, la fe y la esperanza que con él compartían.

Porque el amor no muere. La muerte no tiene la última palabra. Creemos en un Dios que vence la muerte, que nos promete la vida eterna. Y desde esa fe, decimos con certeza: Gabriel vive. Vive en Dios, y también vive en cada acto de amor que seguimos haciendo en su nombre.

A ti, Gabriel, te decimos: gracias. Gracias por tu vida, por tu amor, por tu ejemplo. No te olvidamos, y mientras tengamos aliento, procuraremos honrarte con nuestras propias vidas. A ti, querido Gabriel, te recordamos con amor y con profunda gratitud. Nos haces falta, pero también nos dejas una misión: seguir tu ejemplo, vivir con la misma generosidad, amar como tú amaste. María, Valentina: no están solas. La comunidad que tanto los quiere, está aquí con vosotras. Y Gabriel, desde lo alto, las acompaña, las protege y las guía con ese amor inquebrantable que ni la muerte puede apagar. Descansa en paz, querido amigo, hijo, esposo, padre, hermano.

Y desde el cielo, cuida a tu Valentina y a tu María. Ellas siguen escribiendo esta historia que empezó contigo, y que, con la ayuda de Dios, tendrá siempre el amor como protagonista. Que el Señor lo tenga en su gloria, y que nos conceda a nosotros la paz de saber que el amor no termina, que la vida continúa, y que un día, volveremos a encontrarnos.

stats