Análisis

Jesús Martín Gómez

Banquete de novísimos

02 de noviembre 2025 - 03:11

En un mundo cada vez más secularizado la predicación de la vida eterna es un deporte de riesgo. En ocasiones conviene recurrir a ejemplos que nos ayuden a entender por qué la Iglesia sigue insistiendo en la consideración de realidades trascendentes que determinan la forma en la que vivimos y dan sentido a la existencia. En ocasiones también nos encontramos con obras de arte que nos ayudan a despertar la inquietud que, como decía el poeta, duerme en el fondo del alma.

Una de esas películas es, sin duda, El festín de Babette (1987), dirigida por Gabriel Axel y basada en el relato de Karen Blixen, se trata de una obra maestra que dialoga de manera profunda con la perspectiva bíblica del banquete. La llegada desde Francia de Babette a un gris poblado de la costa danesa trastoca la vida de sus moradores. Ellos, que viven bajo el yugo de la estricta moral luterana de un pastor difunto, rompen su austeridad gracias al regalo de agradecimiento de la refugiada: un banquete al modo francés.

Aquel detalle aparentemente mundano adquiere una dimensión espiritual. El banquete se convierte en un signo del Reino de Dios, de la plenitud vital y de la gracia que desborda. La imagen del banquete para hablar de la vida eterna no es extraña a la perspectiva cristiana. El profeta Isaías, las parábolas del Evangelio, todas las comidas en las que el Maestro participa con sus discípulos, las bodas del Cordero en el Apocalipsis y la misma Eucaristía nos hablan de la intimidad con Dios.

En la película, la mesa de Babette encarna la promesa del Evangelio: «Muchos vendrán del oriente y del occidente y se sentarán a la mesa en el Reino de los cielos» (Mt 8,11). La opulencia de los platos, la armonía de los sabores y la comunión que surge entre los comensales remiten a la parábola del gran banquete (Lc 14,15-24), donde la invitación de Dios se abre a todos, incluso a quienes el mundo considera indignos.

Desde esta perspectiva, los novísimos - muerte, juicio, infierno, purgatorio y gloria – que la Iglesia nos invita a meditar al llegar el mes de noviembre, se presentan como la consecuencia de haber aceptado o no la invitación a este banquete.

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