Ojalá existiera lo de la OTI
A fuego lento
Como en todo proceso hecho a baja temperatura, van quedando por el camino trazas de ansia y desesperación por contemplar el producto final. El Almería de Rubi sigue ganando soportes en este camino en la élite que solo acaba de comenzar, pero que ya ha tomado un rumbo esperanzador después de la desazonadora primerísima parte de la temporada. En mi última columna, aludí a la famosa súplica de paciencia de Rubi tras el mercado estival, entendida en algunos sectores como una forma de tirar balones fuera.
Efectivamente, era cuestión de la madre de todas las ciencias que el Almería se encontrara y, sobre todo, que Rubi supiera qué podía sacar de sus pupilos. Una labor de introspección que ya parece difícilmente frenable y que sigue dando frutos. En la última cita, Rubi volvió a agitar el tarro de las esencias y lo destapó a ojos de todos los presentes en el Power Horse Stadium. En un encuentro donde la superioridad numérica volvía, por enésima vez en años, a jugar más en perjuicio que en beneficio de la Unión Deportiva Almería, el técnico vilasarense mejoró el encuentro desde su parcela en el entretiempo: jugar en campo contrario, hacer del partido un correcalles y muchos activos por delante del balón, con Gonzalo Melero como engranaje elemental en fase ofensiva y Lucas Robertone haciendo un trabajo de despliegue bajo la atenta mirada de un César de la Hoz que no hizo prisioneros y que, con suma delicadeza, volvía a estrechar las líneas del equipo para evitar desangrarse.
Alejandro Pozo volvió a ser el que nos encandiló, ese punzón ofensivo en minutos de enjundia, tirando de precisión (¡por fin!) en centros laterales. Lázaro Vinicius, que aún tiene que seguir aclimatándose, por lo pronto ya se ha desvirgado en el fútbol europeo. La sensación es que, cada semana, el Almería va madurando más aspectos del juego. Cada semana hay un aspecto novedoso favorable que destacar. Lo cual solo prueba que, a fuego lento, las cosas salen mucho mejor.
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