
Santiago Carbó
Debate abierto sobre el euro digital
Después del bochornoso espectáculo ofrecido por el Real Madrid y los árbitros, a cuenta de la marcación férrea que hacen desde la TV oficial del club sobre los jueces que le pitarán la próxima jornada, en Sevilla hubo un partido de fútbol. Bueno, un partidazo si atendemos a las emociones vividas, goles y ambiente en La Cartuja, donde el Barça se impuso por 3 a 2, y con ello se proclamó campeón del torneo nacional, y ya van 32 veces. Si, jugaron Barcelona y Real Madrid, pero antes hubo otro encuentro -más bien desencuentro-, entre los blancos y los de negro. Real Madrid y el colectivo arbitral, 24 horas previas a la final, ofrecieron al mundo una imagen poco edificante de nuestro deporte rey. Hay que decir que flaco favor le están haciendo a la imagen de nuestro fútbol, que supo presumir de tener la mejor liga del mundo. Tantos videítos a los árbitros, que estos, tal vez con razón, pero en el momento más inoportuno, hablaron en público con lágrimas incluidas, contribuyendo a una situación esperpéntica. Todo ese show, creo que al final termina condicionando psicológicamente a la terna arbitral y a los responsables del VAR, por lo que entiendo que nada es una casualidad. Por suerte De Burgos Bengoetxea pasó de perfil en un clásico que terminó caliente con tres expulsados luego de finalizado el partido. Ni hablar del amago del Madrid de no presentarse a jugar, después de ausentarse de los actos protocolares previos. Como si fuera el dueño de la pelota, amenazó con llevársela y que no hubiera partido. Todo mal. El retrato empeora cuando quien lo hace es un club al que se le reconoce un señorío deportivo que en estos tiempos solo existe si se juega con sus árbitros, acatando sus reglas y bajo sus condiciones. Esa es la impresión que dieron antes de jugar la final de la Copa del Rey, como anticipando que si hay debacle, que la hubo, la culpa la tienen todos, menos ellos. Por suerte la pelota comenzó a rodar y la rabieta quedará como anécdota o antecedente de lo que no hay que hacer, por el bien de todos. Hubo un clásico con todos los condimentos. Todos disfrutamos. Partidazo y a llorar a la piecita.
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