Estefanía García

No queremos ser unas guerreras

14 de febrero 2025 - 03:08

El domingo leía la entrevista que María José Uroz había firmado sobre la situación insostenible del CEIP Mar Mediterráneo, en la cual, se recogía con precisión y rigor el sentir de Rosa María Granero, madre un alumno del centro con Necesidades Educativas Especiales. Como madre con un niño con diversidad funcional pensé en lo valiente, resiliente y decidida que estaba siendo Rosa, de hecho, me parecía admirable el paso tan importante que había dado denunciando la realidad del alumnado del centro, y como, no sólo había sido capaz de reclamar la inclusión y el trato que su hijo se merece, sino también el arrojo que había demostrado por hacerlo en nombre de su aula y de su colegio. Brava Rosa.

Pasado un rato me sentí muy vacía y, aunque todo eso lo sigo pensando y mi admiración hacia ella es absoluta, empecé a sentir rabia. Rabia porque no entendía como la Administración, instrumento del Estado de Bienestar que nos debe proteger y equiparar como ciudadanos, estaba maltratando a Rosa de esta manera, porque, ¿qué necesidad tiene cualquier familia de elevar el tono, hacer pública su privacidad y su intimidad para exigir un trato digno para sus hijos? ¿Qué necesidad hay de que ella se vea obligada a trasladar su situación personal y la de su familia porque allá arriba, en las instituciones, no hacen su trabajo? Y más a sabiendas que, en este caso, la Delegación de Educación había recibido los requerimientos y necesidades de la comunidad educativa del Mar Mediterráneo por las vías oficiales.

¿Qué se necesita en la Administración para que los dirigentes nos escuchen sin necesidad de exponer nuestra situación? ¿Creen los responsables políticos que nos gusta narrar en primera persona, una y otra vez, los obstáculos o retos que tenemos en el día a día para lograr una convivencia con unas mínimas garantías vitales? Les garantizo que no, tenemos más que suficiente con vivirlo desde la relativa y aparente calma, no queremos patalear, no queremos ser unos guerreros, estamos hartos de luchar, queremos vivir nuestro día a día con dignidad, ¿es tan difícil de entender? Una vez más, en las familias donde hay una discapacidad, necesidades educativas especiales o diversidad funcional, tenemos que ponernos en el punto de mira y exhibir nuestro dolor y nuestras dificultades para reivindicar agilidad en los trámites, voluntad en la administración y justicia a un sistema que se presupone igualitario, empático e inclusivo. Basta ya de esta violencia institucional y administrativa a las familias que se salen de los parámetros de la mal llamada “normalidad”. El sistema debe estar preparado, ser proactivo y estar articulado para protegernos, para ampararnos y para contribuir a la dignificación de cualquier ser humano, sea cual sea su condición.

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