Sabor al mejor origen: nuestros mares y ríos
La Navidad tiene una capacidad única para detener el tiempo. Es el momento de los reencuentros, de las mesas copiosas que se alargan durante horas y de recuperar esas recetas que sirven como hilo conductor de nuestra memoria familiar. En España, esta liturgia gastronómica es inconcebible sin el pescado. Ya sea una pieza grande asada al horno, unos lomos en salsa o una preparación tradicional heredada de nuestros abuelos, este alimento ocupa el lugar de honor en las celebraciones. No es casualidad que seis de cada diez españoles lo elijan como plato principal en estas fechas.
Sin embargo, mantener viva esta tradición supone un reto logístico y ambiental de primer orden. ¿Cómo es posible responder a una demanda tan concentrada y exigente sin poner en jaque el futuro de nuestros mares y ríos? La respuesta tiene nombre propio y es un motivo de orgullo nacional: la acuicultura española.
A menudo, la sociedad desconoce la magnitud del engranaje que se activa para que el pescado llegue fresco al mercado en diciembre. La acuicultura se ha consolidado no solo como una actividad complementaria a la pesca convencional, sino como un pilar estratégico para la soberanía alimentaria. La acuicultura es la actividad que nos permite cubrir la demanda sin tensionar los ecosistemas marinos y fluviales, asegurando además calidad, sostenibilidad y precios estables y accesibles.
Hoy, la realidad es global: más del 50% del pescado que se consume en el mundo procede del cultivo. Pero en el caso de España, esta realidad va un paso más allá gracias a la excelencia de nuestro sector. Somos una referencia internacional en calidad, innovación y seguridad.
Gracias al trabajo de los profesionales de la acuicultura española, especies icónicas propias de estas fechas como la dorada, la lubina, el rodaballo, la corvina, el atún rojo o la trucha arcoíris llegan al consumidor con una calidad, regularidad y frescura inigualables. En casos como el esturión y su caviar, somos la única vía de acceso. Y lo hacemos rompiendo mitos: la acuicultura española moderna es tecnificación, es trazabilidad absoluta y son unos estándares de bienestar animal y sostenibilidad que están entre los más exigentes del mundo.
A diferencia de las especies que cruzan el océano congeladas durante semanas, el pescado cultivado en España llega del vivero al mercado en menos de 24 horas, conservando intactas sus propiedades nutricionales y organolépticas.
Pero el valor de la acuicultura española trasciende lo gastronómico; es también un motor de vertebración territorial. Apostar por este superalimento nutritivo también es apostar por el desarrollo económico de nuestras zonas rurales y costeras, generando empleo estable y fijando población donde más se necesita. Detrás de cada pieza hay biólogos, veterinarios, buzos y productores que trabajan cada día para mantener la excelencia de nuestra acuicultura.
El sector ha lanzado recientemente un mensaje claro: “Pescado para todos, la verdadera suerte”. Es una afirmación sencilla, pero cargada de responsabilidad. Significa que, gracias a la acuicultura, podemos garantizar el acceso a este superalimento de forma responsable, sostenida y continuada.
Esta Navidad, cuando el pescado presida nuestras celebraciones, conviene recordar que detrás de ese plato hay un sector comprometido que trabaja sin descanso los 365 días del año. Elegir el pescado de acuicultura española es apostar por una alimentación equilibrada, por la sostenibilidad de nuestros recursos y por un modelo de futuro que garantiza que, año tras año, podamos seguir disfrutando de nuestras mejores tradiciones.
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