Vivir en un tercer puesto
El domingo IV de Adviento nos presenta, a las puertas de la Natividad del Señor, a san José en una situación difícil obligado a tomar una decisión extremadamente importante (Mt 1,18-24). La situación a la que han de hacer frente José y María es complicada. El prometido, que aún vive en la casa de sus padres, recibe la noticia desconcertante del embarazado de María sin haber vivido juntos. La rectitud y honorabilidad de José de Nazaret le ayuda a no tomar decisiones atropelladas. Su nombre, que significa “que Dios añada”, indica la vocación del que está llamado a consentir sin discutir. La aparición del ángel del Señor en sueños, el mismo Dios, le dice que no tenga reparo en acoger a María y, en total abandono en sus manos, «despertado del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado» (v. 24).
Los evangelistas no son excesivamente generosos en detalles sobre san José. Ni siquiera se ponen de acuerdo sobre sus padres. Según el evangelio de san Lucas, José era hijo de Helí o Elí (3,23); según el evangelio de san Mateo, Jacob fue padre de José (1,16). Tampoco le hacen justicia los documentos posteriores, entre los que sobresalen los evangelios apócrifos, fuente de inspiración para una iconografía francamente mejorable.
En estos días oímos hablar del “espíritu de la Navidad” y, desde aquí, de la mano de san José, me atrevo a sugerir una “Navidad con espíritu” acudiendo y glosando las sugerencias del Papa en el documento Patris corde:
Primero. San José es maestro en el arte de la escucha. No pone las condiciones para que el diálogo sea posible ni tampoco pone excusas haciéndose el dormido.
Segundo. San José es maestro de la fe porque se abandona totalmente en Dios sin saber a dónde le lleva ni las complicaciones que se presentarán.
Tercero. San José es maestro de confianza porque no solo se fía de Dios, sino también de María.
Cuarto: San José es maestro en diseñar nuevos caminos. Siempre dispuesto a comenzar de nuevo.
Quinto. San José sabe cuidar sin apropiarse enseñándonos a acompañar y realizar tareas, poniendo por delante el bien del otro y su crecimiento.
Sexto. San José nos enseña a vivir en un tercer puesto y nos inspira para vivir de manera integrada, unificada, en el puesto que nos ha tocado en la vida. Nos enseña con su ejemplo la grandeza de permitir que los demás vayan por delante de nosotros sin sentirnos humillados ni arrinconados.
José no es el padre biológico de Jesús, pero sí el que le impone el nombre. Jesús se convierte así con plenos derechos legales en un auténtico descendiente de David sin ser hijo de José según la carne.
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