NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Ya hacía frío a esas alturas de noviembre, más todavía a las siete de la mañana. Recorrí toda la ciudad (que entonces se llamaba Tarrasa) para llegar al colegio. Pero ese día no íbamos a tener clase, aunque no lo supiéramos de antemano. Nada más llegar, el padre rector nos reunió a todos. No parecía especialmente afectado cuando nos comunicó la muerte de Franco. Si que insistió en qué volviésemos directos a casa, sin hacer tonterías por el camino. Le hicimos caso a medias. Sí que nos volvimos a casa, solo cantando y festejando indisimuladamente a lo largo del trayecto. Continuamos igual al pasar por delante del cuartel de la guardia civil. La pareja de guardia nos lanzó miradas vectoriales por debajo del tricornio. Pero, a diferencia de lo que hubiera sucedido tan solo unas horas antes, no se movieron del puesto. Quizá no nos percatáramos de ello entonces, aunque sí experimentamos inconscientemente que algo había cambiado para siempre.
Y nos supimos hermosamente libres. Para nuestros jóvenes que añoran ese tiempo sin haberlo conocido, deberían habilitarse campus de franquismo. Bastaría con recluirlos un mes en algún lugar donde pudieran experimentar en carnes propias lo que fue aquello. Chicos y chicas segregados, catolicismo por todas partes y a la fuerza, represión social, política y mental, aislamiento del resto del mundo, tradicionalismo férreo, malas condiciones de vida., persecuciones, torturas y fusilamientos... Mejor no acordarse de más. Seguro que después del primer cachiporrazo de un gris se les cura esa nostalgia sobrevenida.
Medio siglo atrás todo eso quedó clausurado en nuestro país, aunque haya quien se resista a ello. Hace unas semanas un alcalde ultramontano proclamaba que los rojos no se habían enterado de que habían perdido la guerra. Anda un tanto desubicado. En España desde aquel 20-N lo único que se gana, o pierde, son elecciones. Por eso yo prefiero no celebrar la muerte del Dictador, sino el principio de la Transición, algo que los españoles hicimos singularmente bien.
Por cierto, esa fue una obra colectiva, el logró de muchas gentes dispuestas al diálogo más allá de su diversidad, aunque eso conllevara renuncias más que notables.
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