Utopías posibles

Luis Ibáñez

Explotación escolar

Existen sistemas educativos con mejores resultados que el nuestro, donde no hay deberes

Hace unos días, una profesora de 2º de ESO enviaba este mensaje a su equipo docente: "la madre de Irene me ha planteado su descontento por el exceso de trabajo que debe realizar fuera del aula, ya que este hecho ha dado lugar a tener que abandonar la Federación de Atletismo en la que estaba inscrita. Creo que es una alumna muy competente, que presenta un respeto hacia el profesorado y un interés por el trabajo intachable, y que esto debería de tenerse en cuenta también en las calificaciones. En cuanto a lo del exceso de trabajo, aunque ya sea tarde, me parece que los equipos educativos -no este, sino todos- deberían plantearse cierta organización para impedir que nuestros alumnos se vean obligados a abandonar sus aficiones y sus sueños". Por otro lado, el padre de un niño de 3º de Primaria me dice que su hijo tiene exámenes ("controles", lo llaman, para suavizarlo) en siete asignaturas, más o menos cada quince días. Además, tareas por la tarde, listas de vocabulario en inglés (hasta dos páginas) porque el centro es bilingüe… Las tareas escolares, la mayoría de las veces, consisten en repetitivas y monótonas actividades del libro de texto. ¿A quién benefician estas actividades? El alumnado de mayor nivel, si ha demostrado saber algo en clase, ¿por qué lo tiene que repetir mil veces más en casa? Quien no ha entendido algo en clase, tampoco lo va a entender en casa, a no ser que tenga una familia con cierto nivel cultural y tiempo disponible, o bien clases particulares. Para buena parte de este alumnado tampoco sirve de nada. Al alumnado de nivel medio le puede venir bien reforzar, pero ¿pesa más el avance, o la enorme desmotivación que supone? Existen sistemas educativos con mejores resultados que el nuestro, donde no hay deberes. Y las tareas podrían ser mucho más creativas: de experimentación, de investigación, manipulativas, imaginativas… que seguramente no serán tan desmotivadoras y fomentarán aprendizajes mucho más profundos.

En una época como la nuestra, donde cada vez estamos más sensibilizados (afortunadamente) hacia todas las formas de explotación, creo que debemos empezar a hablar abiertamente de explotación escolar, no sé si incluso como delito. Tal vez sí. La única diferencia entre un cadáver y un cadáver educativo es que estos últimos, no huelen. ¿Hay algo peor que anular las ganas de aprender de una persona, hacer que alguien ya no quiera aprender?

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