La Magna: conocer el don de Dios

Ha sido un gran testimonio evangélico de la religiosidad popular de la capital almeriense a pie de calle

La conclusión de la Procesión Magna en medio de tanta desesperanza, es que ha sido un gran testimonio evangélico de la religiosidad popular de la capital almeriense a pie de calle. Por un lado, es el gozo de ser de Jesucristo y vivir en su Iglesia, y por otro lado, ser cofrade es un don del Espíritu Santo, una vocación personal a materializar en comunión eclesial, al ofrecer con sencillez cultural, la celebración de la fe del Dios vivo tras un cortejo penitencial y de alabanza de la pasión, muerte - aunque debiese de haber procesionado el Santo Sepulcro- y resurrección, la presencia de Cristo en el gozo de la unidad fraternal para nuestra redención como cristianos con la catequética Verdad, la Belleza y la Bondad.

Cuando veíamos a millares de almas agolpadas por donde discurrían las imágenes sagradas era una señal testimonial de nuestra tradición espiritual, nuestra cultura religiosa, que saben que tras esos pasos de misterio, duelo o palio, querían ser esos anónimos corazones presencia de Jesús en la comunión de todos los creyentes, expresión artística y entusiasta de todo el cortejo procesional de que la Iglesia está viva porque Cristo está vivo y nosotros experimentamos con alegría que el Resucitado es la sublime esperanza del amor para la salvación eterna. Estos hechos religiosos evangelizadores con cofrades orantes y su presencia silenciosa en el cortejo procesional mantienen viva la llama de la fe.

En la Misa de acción de gracias de clausura, podría haberse rezado un Te Deum en torno al cuerpo eucarístico de Cristo, para hacer presente el Don de Dios, Cristo vivo y Resucitado que permanece siempre con nosotros en lo más cotidiano de cada día, porque en su visión conjunta, todo ha sido un humilde éxito de apostolado de la Agrupación de Hermandades y Cofradías en el marco eclesial de nuestra Iglesia diocesana, razón de nuestra fe y vocación cofrade en medio de este mundo que trata de desterrar, de eclipsar a Dios.

Como escribía santa Teresa Benedicta de la Cruz, también hoy "vivimos en una época que necesita con urgencia de la renovación que surge de las fuentes escondidas de las almas unidas con Dios. Hay mucha gente que tiene puestas sus últimas esperanzas en estas escondidas fuentes de salvación… Por eso tenemos que vivir en la certeza de la fe, de que lo que el Espíritu de Dios obra escondidamente en nosotros produce sus frutos para el Reino de Dios". Paz y Bien.

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