La cuarta pared

Nice, twice

Un macizo poste de hormigón, desde el que descolgar todo un edificio. Pues ponme dos

El viernes pasado, subía el Paseo de Recoletos dirección a la Castellana como suelo hacer cada 3 o 4 meses camino de una reunión de trabajo. Durante los últimos años, he ido viendo la transformación de uno de los iconos arquitectónicos e hitos de la ciudad de Madrid. Y lo estoy viendo a intervalos espaciados lo suficientemente amplios como para percibir el avance de la faraónica obra de restyling de las Torres de Colón. Y es que no es la primera vez que estos dos colosos gemelos son objeto de repaso y retoque desde que fueron concluidos en el año 1976. Sin embargo, la operación a la que están siendo sometidas es de una envergadura hasta el momento desconocida. Pasa por una completa reforma integral, habiendo dejado al aire el esqueleto estructural, y añadiéndole un remonte con 4 nuevas plantas en sustitución del singular sombrerete verde art decó en forma de enchufe que las coronaba desde su reforma de 1990, motivada por la necesidad de dotar de una escalera de evacuación de incendios al edificio. Más allá de la belleza o no de la obra, de su potencia o contundencia, o incluso de su nuclear ubicación al pie de la bandera nacional de la plaza de Colón, lo que ha hecho a estas dos torres ganarse un sitio de respeto en el imaginario arquitectónico es su poco común sistema constructivo. Y gracias a las obras en curso, la ciudad ha podido volver a ver cómo están construidas y por qué son tan especiales. Sobre un basamento, cada torre está compuesta por un inmenso pilar central de hormigón, por cuyo interior circulan los elevadores. Una vez estos fueron erigidos, sobre ellos a modo de setas, se construyeron sendos entramados de vigas de gran canto (de 6 metros de altura) desde los cuales se descolgaron con tensores de acero todas las plantas del edificio quedando suspendidas sobre el basamento. ¿Y por qué? Este alarde tecnológico, hasta el momento solo ejecutado en un pequeño grupo de edificios en el mundo no fue algo gratuito o caprichoso. En el solar que ocupaban, no excesivamente grande, era necesario resolver por normativa un sótano aparcamiento para 150 plazas, y la nube de pilares de un sistema convencional imposibilitaba la colocación de rampas y circulaciones. La audacia de maestros como Don Antonio Lamela, padre de las criaturas me produce vértigo. Ser capaz de acometer semejante obra, con un sistema constructivo singular, y en aquellos tiempos. Convencer a promotores, administraciones y constructoras… Es para quitarse el sombrero. Y a las torres se lo han quitado.

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