Pascua de Resurrección

Debemos de saber si hemos vivido para algo o ha sido todo nuestro devenir en vano. Todo pasa, todo envejece

Las procesiones o estaciones penitenciales durante la Semana Santa, no solo en nuestra indaliana Almería, sino, en toda la cervantina España, a la vista de las informaciones televisivas y radiofónicas, y, simultáneamente, el haber estado a pie de calle, se han vivido de una forma más intensa espiritualmente, tras dos años de confinamiento establecido por las autoridades gubernativas competentes en la materia atendiendo a la pandemia sanitaria, que no solo ha sesgado miles de vidas, sino que los efectos secundarios a nivel social y económico han sido y todavía lo son dramáticos para muchas familias y personas.

A estas circunstancias nada halagüeñas, hay que sumarle otras punzadas de dolor en el corazón, la contienda bélica en Europa, Ucrania, lo que ha puesto de manifiesto el elevado número de guerras y guerrillas geopolíticas existentes en pleno siglo XXI en la humanidad. Así no podemos hacer el Reino de Dios en la vida terrenal ante tanta maldad diabólica, ante tantas miserias humanas. ¿Para qué vino a este mundo el Hijo de Dios hace dos mil años, Jesús de Nazaret? Para dar testimonio de la verdad, siendo Él, Cristo, la única Verdad. Ayer, Domingo de Resurrección, se puso el broche de oro con la celebración de la Misa Estacional con Bendición Papal celebrada por el Obispo Antonio Gómez Cantero en la Catedral de la Encarnación y, a continuación, la procesión de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Resucitado, Señor de la Vida, y María Santísima del Triunfo con sede canónica en la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de Montserrat, bajo la dirección espiritual del Deán del Cabildo Catedral y párroco Manuel Pozo Oller.

Este periodo de la Pascua de Resurrección no puede quedar en aguas de borrajas. Se dice que hay demasiadas injusticias, vidas desperdiciadas, demasiado sufrimiento en el mundo para creer en Dios, pero más absurdo y desemperezado se vuelve el mal que nos rodea sin fe en un triunfo final del bien, y la resurrección de Jesús entre los muertos es la promesa y garantía de que este triunfo es real al comenzar con Él la eternidad del alma.

Todo pasa, todo envejece, pero solo hay una forma de escapar de la corriente existencialista del tiempo que arrastra todo detrás de si, pasar a lo que no pasa, poniendo los pies en tierra firme, en la Pascua, que es el tránsito, pasando a Aquel que nunca pasa. Debemos de saber sí hemos vivido para algo o ha sido todo nuestro devenir en vano.

Feliz Pascua de Resurrección. Paz y Bien.

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