Tiempo de esperanza

Este Jesús de la Sentencia, resucitó, nos confirma en la fe. Tenemos prometido el triunfo, ya lo tenemos ganado

En esta octava de Pascua y hasta la llegada del Espíritu Santo en Pentecostés, ¡qué importante es confrontar esas dos imágenes en su paso: Jesús Nazareno y Jesús Resucitado! Jesús nazareno llevó a la traición al mismo san Pedro: le dio miedo y lo negó tres veces. Nosotros, creyentes, cristianos, cofrades católicos, lo hemos reconocido como Rey hace una semana, y ahora que somos reconfortados en nuestra alma con su victoria, estamos consolados y nos sabemos partícipes de su triunfo sobre el pecado y la muerte.

Este Jesús de la Sentencia, resucitó, nos confirma en la fe. Tenemos prometido el triunfo, ya lo tenemos ganado, pero Nuestro Señor quiere que participemos con Él con fidelidad en la espiritual lucha contra el mal de naturaleza humana. ¡Qué maravilla pensar que el encuentro que libra día a día un cofrade del Cristo del Amor tiene garantizada la victoria eterna! Por eso no debemos desanimarnos ni amedrentarnos, porque Jesús Nazareno es el Resucitado, tiempo de esperanza.

Este sábado pasado, se celebró Misa en la Catedral de la Encarnación, presidida por el prelado Monseñor Gómez Cantero, en acción de gracias por la finalización de la primera fase Sinodal concluyente con la entrega de las actas, en las que las comunidades parroquiales de la diócesis han jugado un papel religioso importante, al igual, que las cofradías penitenciales y de gloria en sus respectivas sedes canónicas.

Antes de finalizar, hacer alusión al comunista Stalin, en su atroz y malévolo pensamiento, continuado hoy por déspotas oligarcas, que un muerto es una tragedia y un millón una estadística. Tras dos años de pandemia con millones de personas acribilladas por el virus asiático, ahora llevamos dos meses en Europa con la guerra dirigida por el Kremlin, cínicos y corruptos, que están masacrando sin piedad alguna a personas, bebés, niños, ancianos, enfermos, y destruyendo todo aquello que está al alcance técnico de los misiles, uno de los pecados de la ciencia, habiendo provocado la gran diáspora de gentes desde la II Guerra Mundial.

El Señor de la Vida espera que ahora en su resurrección nos acerquemos a Él y le confesemos. Y también ante los demás. En nuestros corazones se ha encendido la fe igual que el fuego nuevo se encendió en la Vigilia de Pascua. Que en nuestro corazón ese fuego de la verdad, de la vida, ilumine nuestra inteligencia y fortalezca nuestra voluntad, para que seamos capaces de dar testimonio cristiano integral, no solo a través de la piedad popular. Paz y Bien.

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