La tribuna

Miguel Galindo

El Viaje a Almería de Juan Goytisolo (I)

SI la ciudad andaluza más oriental, Almería, puede exhibir un largo plantel de escritores, como patrimonio cultural, un destacado entusiasta de su provincia y capital es Juan Goytisolo. Este novelista y ensayista, disidente y apátrida, debiera ser considerado "escritor almeriense". Las instituciones  así lo reconocieron en distintos homenajes tributados al escritor. 

Pretendo detallar esa vinculación dando a conocer, a través de En los reinos de taifas, esa pasión por el sur, atracción y descubrimiento de nuestra provincia. Sin esta experiencia realista, la historia de Almería quedaría huérfana de una creación necesaria para reconocer nuestro pasado más inmediato y deviene referencia obligada en la conformación de la obra literaria de Juan Goytisolo. Los temas y noticias recogidos en este memorial autobiográfico forman parte ya de nuestra herencia crítica y literaria actuales.

Tenemos documentados cinco viajes a Almería entre 1956 y 1960. El primero debió realizarse hacia 1956, y se refiere a su estancia en Garrucha (posiblemente animado por el viaje de Cernuda, si tuviere noticia de él) donde dice haber estado leyendo las Mithologies de R. Barthes. Con Monique Lange desde París preparan el primer viaje para el 14 de febrero de 1957. En las vísperas del mismo (el día 12) cenan en casa del cónsul general de España Enrique Llovet, quien le presentará al vicecónsul Rafael Lorente. Goytisolo es el responsable del interés de Rafael por nuestra costa: «contagiado de mi entusiasmo por Almería, se instaló en el pueblecillo costero de Aguas Amargas y se dedicó a la promoción de sus tierras». También conocerá a la Dame de Carboneras, seudónimo Dominique Aubier.

Este viaje para descubrir los pueblos situados al sur de Garrucha se vio frustrado en Barcelona presionado por las circunstancias: «...abandoné el proyectado viaje a Almería: en caso de peligro o nueva redada de la policía, mi estancia en aquella provincia aislada y remota excluiría cualquier posibilidad de ayuda o de información». 

En agosto de ese año realiza definitivamente el ansiado viaje a Almería acompañado por Monique, quien instala a su hija en Beniarjó (Valencia) al cuidado de unos familiares. Instalada  la pareja en la pensión Zamora de Garrucha, recorren en un Renault  4 las poblaciones y aldeas de las cercanías: Huércal Overa, Cuevas del Almanzora, Mojácar, Palomares, Villaricos. En esta ocasión, en vez de seguir «nuestro camino a Sorbas y Carboneras como inicialmente habíamos planeado, torcimos en dirección a Granada y Málaga en busca de mayor holgura y solaz». Imaginamos las disputas intelectuales de la pareja ante la visión contradictoria entre poesía y realidad, miseria y estética, («un paraje bello y luminoso pero indigente y áspero»), resumidas en las apreciaciones aisladas que Juan intercala: sentimientos de inmediatez y afecto que descubre en Almería, que abarca ingredientes de simpatía y solidaridad y que refleja, al trasluz, la lucha enconada entre las vivencias de belleza y subdesarrollo, combatiendo por un mundo que tal vez será inhabitable para nosotros. Confiesa que fue a partir de esta experiencia cuando toma la decisión de volver a solas por la provincia con la firme intención de testimoniar. La estética del sur (que analiza certeramente José Carlos Mainer) impregnará en el futuro sus incursiones en el terreno.

Efectivamente, en agosto de 1958 y marzo de 1959 regresa sin Monique a Almería, explora a pie, en camión y autocar la conmovedora región de Níjar; también bucea de incógnito en el barrio de cuevas de la Chanca. Cuando termine de redactar el manuscrito Campos de Níjar, (fruto de estas distintas visitas), vuelve a Almería acompañado, por precaución,  de Vicente Aranda en 1960 para escudriñar aún en automóvil toda la zona y fotografiar los lugares descritos en el relato. Les acompañan Simone de Beauvoir y Nelson Algren, y en otra visita posterior con el cineasta Claude Sautet. A partir de la incomprensible reacción airada del alcalde de Níjar y de otras autoridades de la provincia tras la publicación de la novela reportaje, Juan considera clausurada su estancia en Almería, no sin reconocer que «con una amargura y melancolía difíciles de expresar, renuncié a volver a ella, desposeyéndome de ese calor, familiaridad y apoderamiento que de un modo instintivo, compensatorio buscaría y encontraría en el Magreb».        

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