Andalucía (versión Junts)

04 de octubre 2025 - 03:11

En Andalucía han llenado los parques públicos de tumbonas para que los ciudadanos puedan echarse una siesta en cualquier lugar y a cualquier hora. Cumplen así con las directrices de la Junta que incentivan el absentismo laboral y, en general, la gandulería, dentro de los escuetos márgenes que deja un calendario repleto de festividades. A pesar de ello, los andaluces dilapidan grandes sumas (que no merecen) en sanidad y en educación. Por si eso fuera poco, disfrutan de algunos privilegios exclusivos, como la subvención pública al consumo y, en particular, a la cesta de la compra. Finalmente, el gobierno autonómico ha impuesto la obligatoriedad de salir todos los días de cañas (incluso si se está enfermo). Esa vida muelle la costean los catalanes, a quienes expolia el estado central para sostener esos excesos.

Básicamente, esa es la visión de Andalucía acuñada desde el nacionalismo catalán, como estos días se han encargado de recordar Jordi Turull y Miriam Nogueras, dos de sus rostros más conocidos. Excuso decir que ello ha bastado para hacer explotar el tópico de la animadversión catalana hacia esta tierra. Esa es una mecha que, reconozcámoslo, siempre está latente.

Me molesta ese clisé, por varios motivos personales, y sobre todo por su obtusa generalización. Cataluña es muy grande, con gentes de muchas clases y posturas muy diversas. Turull y Nogueras, naturalmente, blanden una versión peyorativa de Andalucía, como corresponde a la burguesía catalana. Esto ni es nuevo ni privativo de Cataluña. Las burguesías estigmatizan a los inmigrantes en todas las sociedades del mundo. Arana, por ejemplo, fue un paradigma execrable de xenofobia. En el caso catalán, nadie más inmigrante que los andaluces y los murcianos que, en consecuencia, ya fueron reducidos a cascarilla humana en el imaginario franquista de Cataluña.

Solo que hay muchos más catalanes, por fortuna para los andaluces y también para la propia Cataluña. En ese otro sector de la sociedad, para empezar, se conoce Andalucía, y, para continuar, se dialoga con ella y con sus ciudadanos. El único peligro serio radica en que el discurso de la burguesía catalana contamine otras sensibilidades que, en principio, deberían estar en la antípodas. Me refiero, como es obvio, a esa izquierda desorientada, incoherente y contradictoria que ha hecho del nacionalismo burgués una bandera identitaria.

stats