Opinión
Vivienda pública municipal
NOTAS AL MARGEN
LA reputación de la red ferroviaria está enterrada a tanta profundidad, que cuesta recordar que Renfe te devolvía el dinero si el AVE llegaba cinco minutos tarde. Ya sólo lo reintegra si supera la hora y media. Y no por capricho: en 2023 devolvió la friolera de 42 millones en compensaciones por retrasos. Y la cifra habría sido mayor si todos los viajeros con derecho a reembolso lo hubieran solicitado. Parece mentira, pero no hace tanto, cuando el tren acumulaba tres minutos de demora a medio camino, los viajeros deseaban que llegara algo tarde para trincar por la penalización, pero al final siempre llegaba a su hora. Hoy, si llegas media hora tarde respiras aliviado, como si viviésemos en la Argentina de los Kirchner. Y cuando es puntual se celebra como cuando los aviones aterrizan y la gente aplaude al piloto. Hemos retrocedido tanto, que al alcanzar la estación, en primer lugar miramos los paneles para ver si sale con retraso. El nuevo lema de la compañía bien podría ser: Bienvenidos a Tenfe. Porque de eso se trata, de tener mucha fe para no perder la esperanza de llegar a tiempo. Hoy, si un tren se detiene sin motivo aparente, los creyentes solo saben rezar y el resto se agarra a lo que puede.
Es curioso, pese a lo parlanchín que es Óscar Puente, sus labios permanecen sellados. Ignoramos si por la magnitud del desastre o por los escándalos del caso Cerdán. Sólo sabemos que su baja por paternidad no le impide mantener su frenética actividad en las redes, siempre con la mano izquierda. Se supone, sin embargo, que cobra por solucionar problemas, pero justo cuando ha de dar explicaciones, enmudece. Como sucedió con el apagón, el Gobierno culpa a los demás, cuando el eterno proceso de modernización de la red está plagado de incidencias. Y por desgracia, también sabemos que el sistema eléctrico de la línea no resiste el aumento de tráfico. Y que las múltiples obras y las nuevas operadoras provocan constantes molestias. Todo esto tiene un pase, pero dejar a la gente tirada en mitad de la nada sin aire acondicionado 14 horas sin acudir al rescate no es de recibo. La auténtica aventura al subir al tren ya no es la que imaginas al llegar al destino, es el camino en sí mismo, el no saber qué te espera, pero con el gesto resignado de los pasajeros del siglo XIX que iban en vagones de tercera clase y que inmortalizó Honoré Daumier en sus lienzos con los rostros desencajados y la mirada perdida, como los personajes de Dickens. Hay que admitir que, como reza el nuevo lema de Renfe, nadie te da más.
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