Está hasta feo decir que la pandemia ha traído algo bueno, con la enorme tragedia que ha supuesto, y lo sigue haciendo, para tantas familias. Pero entiéndase la licencia. Recientemente alguien muy cercano tuvo que ser sometido a una operación quirúrgica en el Hospital de Poniente de El Ejido, que requirió de ingreso durante una noche. Por suerte (tocando madera estoy), tanto la familia como yo mismo llevábamos tiempo sin tener a alguien ingresado en el hospital, por lo menos desde antes de que se declarara la alerta mundial. Quizá por eso me sorprendió tanto, y lo hizo gratamente, comprobar que una de las medidas que se pusieron en marcha durante lo peor de la tragedia llegó para quedarse. Estoy hablando de los acompañamientos y las visitas a los enfermos, que en la inmensa mayoría de los casos en la sanidad pública, que no se olvide, están ingresados en habitaciones compartidas. Ahora sólo puede haber una persona acompañando, y además ha de ser la misma durante 24 horas, cuando podrá cambiarse por otra. Se cumple así escrupulosamente con la función de acompañar, apoyar y ayudar al enfermo, y se evitan molestias a todos. Mi aplauso para quienes lo decidieron y lo siguen manteniendo.

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