Desde mi experiencia

José Miguel Ponce

Los buenos amigos

En muchos casos, los amigos son conocidos, pero no son buenos amigos, porque no se comparten intimidades

Hacía más de 50 años que no nos veíamos. La vida nos había separado. Pero hay personas con las que sintonizas de modo especial. Surge enseguida la confianza y comienza un proceso de comunicación que nos lleva a compartir pensamientos, sentimientos y formas de entender la vida. Todo eso deja huella en el alma, que con el paso del tiempo no siempre desaparece. Es el caso de mis buenos amigos Paco y Fernando, compañeros de bachillerato y de universidad. Al reencontrarnos, después de casi 50 años, se produjo un efecto maravilloso. A las pocas horas de estar recordando y reviviendo aquellos años de juventud, parecía que no nos habíamos separado. Tuvimos que contarnos nuestras vidas y como se dice ahora, ponernos al día. A partir de ese momento, nuestras relaciones son las que corresponden a los buenos amigos. Los buenos amigos se entienden con pocas palabras. Se miran o se escuchan con atención y cariño. Me siento feliz y afortunado por tener muchos buenos amigos. En la mayoría de los casos, nuestra amistad ha surgido como consecuencia de las relaciones profesionales o en encuentros que se producen por circunstancias muy variadas. Coincidimos en muchas cosas, pero como es lógico no se comparten siempre todas las creencias, los valores o la visión de determinados aspectos de la vida. Sin embargo, estas diferencias no tienen porqué separarnos. Incluso pueden servir para aumentar la capacidad de comprensión y respeto mutuo.

Sin amigos, decía Aristóteles, nadie querría vivir y poseer todas las cosas a condición de estar sólo. Por tanto, el hombre feliz necesita amigos. Pero no un amigo cualquiera. En muchos casos, los amigos son conocidos, pero no son buenos amigos, porque no se comparten intimidades. Con mis buenos amigos, me alegro si ellos se encuentran alegres y sufro cuando los veo sufrir. Especialmente experimentamos que, al compartir alegrías, estas crecen y sin embargo al compartir penas, parecen que disminuyen y se sobrellevan mejor después de compartirlas con un buen amigo. La buena amistad requiere trato, pero sobre todo tiempo y cariño. Sin eso, la buena amistad no perdura, aunque haya excepciones como el caso al que me refería antes. A veces, he sufrido el maltrato de algún buen amigo. No te lo explicas. Lo intentas, pero la comunicación se interrumpe. No admiten que le pidas perdón por si has cometido un error y porque quieres rectificar, que es lo lógico entre buenos amigos. Porque el perdón es una manifestación de cariño. Entonces, se sufre tanto como dice las sevillanas: "Algo se muere en el alma cuando un amigo se va". Con la experiencia, te das cuenta de la verdad de aquel dicho africano: "Si quieres ir rápido ve solo, si quieres llegar lejos ve bien acompañado" Por eso, siempre procuro hacer todo acompañado de buenos amigos.

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