Se buscan mordazas para los obispos

19 de diciembre 2025 - 03:07

El Gobierno de España, que se autodefine como progresista pero se apoya en las derechas duras de Cataluña y el País Vasco, amén de los proetarras de Bildu, no quiere que el presidente de la Conferencia Episcopal se exprese en libertad sobre el bloqueo político nacional. Sánchez tardó muy poco el pasado domingo en desear una mordaza para Luis Argüello, que en una entrevista concedida al periódico La Vanguardia afirmó que existen tres posibles alternativas: una cuestión de confianza, una moción de censura o dar la palabra a los ciudadanos en las urnas. Este PSOE desea una Iglesia de sacristía, salvo cuando en tiempos de pandemia, por ejemplo, fueron organizaciones católicas las que mostraron un mayor compromiso social en las trincheras de la asistencia. ¿O no recordamos la cantidad de reportajes al respecto, casi todos de Cáritas, hermandades, congregaciones religiosas, etcétera? Pero no, los curas no pueden hablar de política, han de entender que su derecho a la libertad de expresión está limitado. ¡Cuánto disfrutaría Sánchez si tuviera, como Franco, el poder de vetar nuevos obispos! En el fondo es un nostálgico del nacional-catolicismo. ¡Qué feliz sería colocando cardenales progresistas! No olemos nuevos purpurados españoles desde hace tiempo, no sabemos a qué se dedica María Isabel Celaá, embajadora y ex ministra de Educación. Conviene proclamar alto y claro que el presidente de la Conferencia Episcopal Española podrá decir cuanto estime oportuno de la política española, al igual que los presidentes de los miles de colectivos que operan en la sociedad civil española. El ministro Bolaños alega que Argüello está obligado a la neutralidad. ¿Desde cuándo y cómo? Como si el líder del los obispos españoles quiere largar del mal funcionamiento de los trenes, de la dificultad del acceso a la vivienda, del paro juvenil o de la España que pierde población. Nada de la sociedad del momento es ajeno a la Iglesia, como la Iglesia no es ajena a la coyuntura actual. Ya proclamaba García Vázquez, el cura que casó a Felipe González: “De tanto decir amén, la misa no sale bien”. Y mucho antes fue Santa Teresa la que dejó escrito que Dios está hasta en los pucheros. El ministro Bolaños, icono de la política degradada, ha remitido una carta de queja a monseñor Argüello. Quieren a los obispos calladitos, modositos, dóciles y dedicados a las plegarias. Una cosa es la deseable separación entre la Iglesia y Estado y que el Estado sea aconfesional, y otra muy distinta es que los obispos no puedan pronunciarse sobre asuntos de actualidad. El Gobierno no deja de dar muestras de nerviosismo. Como decía cierto cardenal: “Lo grave sería que lo que dijéramos importara un comino”. Y Argüello no recordó más que la Constitución. Pedro Sánchez añora las Leyes Fundamentales del Reino.

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