La esquina
José Aguilar
Por qué Sánchez demora su caída
El liberalismo es el sistema capitalista sin correcciones. El capitalismo se basa en la ley de la oferta y la demanda. Es decir: unos ofrecen lo que otros demandan, lo que otros necesitan. O creen que necesitan. O el mismo capitalismo les hace creer que necesitan. Unos producen y otros consumen. Consumir, y ofrecer lo que hay que consumir es la otra premisa en que se basa el capitalismo. Para eso el capitalismo necesita que las leyes se adecúen a sus exigencias, que no haya mecanismos correctores que impidan que los que no tienen medios económicos para consumir se queden al margen del sistema, o sea, sean pobres. Los pobres no interesan. Interesan los consumidores. Para eso está el liberalismo, para facilitar que los que mueven el capitalismo obtengan beneficio. Y esto, el beneficio, es el objetivo máximo del capitalismo y el liberalismo. El beneficio debe estar en constante aumento. Si es siempre igual, se iguala a la pérdida. Su aumento debe ser constante y su evolución siempre hacia arriba. Además, debe ser inversamente proporcional a la inversión necesaria para su obtención. Beneficio con la mínima inversión previa: esa es la divisa. Las ideologías políticas que sirven, que son útiles a ese objetivo máximo que es el beneficio son las liberales y ultraliberales, es decir, las de derechas y ultraderechas.
Los intereses capitalistas, liberales y ultraliberales, de derecha y ultraderecha, son distintos y contrapuestos a los intereses de quienes no participan del poder económico, de quienes solo son consumidores. Si estos no pueden consumir, son marginados por el sistema, abandonados a su suerte. El sistema capitalista no es social, es elitista. Es democrático mientras la democracia les facilite el beneficio. Si no, es de ultraderecha, es decir, se aviene bien con la dictadura de derecha, con la falta de libertades, con la vulneración de los derechos humanos. Para el capitalismo el individuo no es el sujeto de los derechos, sino únicamente el sujeto útil a su beneficio. Lo hemos visto recientemente con ese hospital de Torrejón, público con gestión privada, donde el paciente se ha convertido en cliente y los clientes no rentables se desvían a la sanidad de gestión pública a la vez que se reduce la inversión y se recorta en personal. Lo prioritario es el negocio, no la salud; el beneficio, no la curación del enfermo. Es el capitalismo, amigo, que dijo Rato.
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