Los cinco dedos de la mano

04 de julio 2025 - 03:06

Buzón de voz: tiene un mensaje nuevo. Mensaje recibido ayer día 30 de junio a las 23 horas, 15 minutos: «¿Isidoro? ¿Isidoro Guerrero Marín? ¿Es este tu teléfono? No me gusta hablarle a una máquina, pero en fin… (Silencio). A buen seguro, habrás reconocido mi voz, viejo zorro, esta voz mía que siempre tildabas de “morosa, pistoneante y cazallera”. Como oyes, está también algo cascada de la edad, qué quieres, friso ya en los 84. Pues sí, tunante, soy Cándido, Cándido Sánchez Panoli, tu amigo Panoli. No creo que te hayas olvidado del tontaina que durante siglos te fio los cartones de Lucky prácticamente hasta que chapó el estanco, hará por Santiago Apóstol, diecinueve años. Por cierto, ¿sigues fumando? ¿A quién jodes ahora el tabaco, tarambana? (Silencio) Disculpa, me voy por las nubes. Mira Isidoro, me vas a matar cuando te diga la razón por la que te he llamado al cabo de tantos años. Hasta precisamente esta noche no se me ocurrió nunca abrir la antología poética de Francisco de Quevedo que me regalaste por mi jubilación. Entre sus hojas dormía el sueño de los justos un papel con tu nombre y este número de teléfono. Oficiaba de marcapáginas cabe unos versos que al leerlos se me han clavado como un rejón: “¡Que sin poder saber cómo ni adónde // la salud y la edad se hayan huido! // Falta la vida, asiste lo vivido, // y no hay calamidad que no me ronde.” (Silencio) Me he acordado de ti al escuchar en las noticias de las nueve que al envejecer nos cuesta más hacer amigos y relacionarnos con los demás y que eso tiene una explicación neurológica. Te habrás descojonado al sentir tamaño disparate. Aunque, bien mirado, Isidoro, no sé qué te diga. A ti te pareció siempre que, percudida de soledad, el alma envejece antes y tiene más achaques y arrugas que el cuerpo. Menos mal que no se ve, decías. Es monstruosa. (Silencio) Y la verdad es que esa soledad, que me ha seguido como un perrillo toda la vida, se ha vuelto un lobo que me devora las entrañas desde que me pudro en esta residencia, en este cuarto trastero para inútiles, en este Auschwitz para carcamales, en este anticipo del infierno para quienes han cometido el pecado de no haber muerto joven. (Silencio) Ignacio, sabes que aquí tienes un amigo. ¿O todavía siguen sobrándote los cinco dedos de la mano? Para oír de nuevo el mensaje, pulse 1. Para guardarlo, pulse 2. Para borrarlo, pulse 3. Mensaje guardado. No hay más mensajes.

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